Ecuador es uno de los países más políticamente inestables de Latinoamérica. Pocos de sus mandatarios electos en los últimos treinta años han podido completar sus períodos de gobierno. Los cambios de mando de un partido a otro de forma ordenada se han vuelto una verdadera rareza.
Alejandro Armas/El Político
Por eso fue una señal positiva, en cuanto a institucionalidad democrática se refiere, cuando al gobierno centroizquierdista de Lenín Moreno le sucedió sin trauma alguno el del conservador Guillermo Lasso. Podía ser el principio de una nueva era, más armónica, en la nación andina.
Pero ahora esa posibilidad se ve ilusoria. Para evitar ser destituido por la Asamblea Nacional, el presidente Lasso recurrió a un dispositivo conocido informalmente como la "muerte cruzada". Quedó así disuelta la legislatura y se convocó de forma anticipada a elecciones presidenciales y legislativas. ¿Hubo un autogolpe en Ecuador? ¿Qué sigue ahora? Veamos.
Comparación errónea
Entre los principales impulsores del intento de destituir a Lasso, por señalamientos de corrupción, estuvieron los partidarios del expresidente Rafael Correa (irónicamente, prófugo de la justicia ecuatoriana, también por acusaciones de corrupción). No sorprende entonces que, desde el exilio, Correa denunciara el proceder de Lasso como "ilegal".
No fue el único. Reacciones dentro y fuera de Ecuador, sobre todo desde la izquierda, compararon la disolución del parlamento con el intento fracasado del entonces Presidente de Perú, Pedro Castillo, de disolver el Congreso de su país. Tal medida fue ampliamente denunciada como un golpe y acabó rápidamente con Castillo detenido.
Pero las consideraciones jurídicas entre el caso ecuatoriano y el peruano son distintas. La Constitución peruana solo permite al Presidente disolver el Congreso si este ha negado dos veces o más una "cuestión de confianza" al ejecutivo. Eso en Perú no había ocurrido. En cambio, la "muerte cruzada", tal como la invocó Lasso, tiene sustento en la Carta Magna de Ecuador. Tanto es así, que la Corte Constitucional rechazó demandas que denunciaban como inconstitucional la medida.
Y es que, como veremos en detalle, Lasso está arriesgando su propia permanencia en el poder, pues ahora tendrá que haber elecciones presidenciales también. No es solo la legislatura la afectada.
La continuidad en juego
Tras el decreto de Lasso, el Consejo Nacional Electoral, a cargo de organizar comicios en Ecuador, tiene una semana para convocar elecciones presidenciales y parlamentarias. Las mimas deberán realizarse dentro de un plazo de 90 días.
Lasso puede ser candidato en las presidenciales. Pero, al igual que los diputados de la Asamblea Nacional que salgan de la elección, solo podrá ocupar el cargo durante lo que quede del período constitucional presente. Es decir, hasta el año 2025.
Ahora bien, ¿puede Lasso conseguir la reelección? Luce bastante cuesta arriba, ya que su popularidad está muy decaída. Según una encuesta de la firma Perfiles de Opinión, 84,72% de los ecuatorianos considera que su gestión es mala o muy mala. Tres meses es muy poco para cambiar la tendencia.
El correísmo, principal elemento de oposición, pudiera tener mejor suerte en las presidenciales. Más temprano este año, fue el gran ganador de las elecciones regionales y municipales. Triunfó, entre otras, en las provincias de Pichincha y Guayas, las más pobladas del país. Incluso conquistó la alcaldía de Guayaquil, centro financiero de Ecuador y un bastión tradicional del conservadurismo.
Nota bene final
Volviendo al punto de partida de este artículo, la inestabilidad política de las últimas tres décadas en Ecuador es un fenómeno muy digno de atención. El país tuvo transiciones ordenadas en los primeros 15 años tras el fin de su última dictadura militar. Pero a partir de los años 90, las cosas cambiaron. En 1997, el presidente Abdalá Bucaram fue destituido por el legislativo. Sus sucesores en la presidencia electa, Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez, fueron derrocados en 2000 y 2005, en medio de protestas antigubernamentales que contaron con apoyo militar.
Más recientemente, los gobiernos de Moreno y Lasso fueron sacudidos por protestas en las que la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) tuvo un papel preponderante. En el primer caso, tan fuertes fueron las manifestaciones que obligaron a Moreno a salir de la capital por unos días.
Entre los períodos reseñados en los dos últimos párrafos está el gobierno de Rafael Correa. Fue si acaso el más estable de todos, pero a un gran costo en cuanto a fortaleza de las instituciones democráticas. Y aun así, Correa más de una vez tuvo que lidiar con la ira de la Conaie, la cual también estuvo muy activa en el derrocamiento de Mahuad. Además, en 2010 hubo una crisis política, desatada por una protesta de policías, y que Correa denunció como un golpe fallido.
Si se mira con más fijación hacia atrás, es de notar que esta inestabilidad es de muy vieja data. Para muestra la figura de José María Velasco Ibarra, quien en el siglo XX ejerció la presidencia de la República cinco veces. En dos se autoproclamó dictador y solo pudo completar su período de gobierno una sola. En las cuatro otras, fue derrocado. Si Lasso no logra completar su mandato, será otro capítulo más de aquella historia.