Por casi una semana, Estados Unidos funcionó como una especie de régimen unicameral. La Cámara de Representantes no pudo entrar en funciones sino hasta la madrugada del sábado, debido a que las reglas de la legislatura exigen que primero se escoja a su presidente. Por primera vez en exactamente un siglo, dicha selección no se dio tras el primer voto de los miembros electos de la cámara.
Alejandro Armas
¿Qué pasó? La nueva mayoría republicana no había cerrado filas en torno a quien por años la encabezó cuando fue minoría, el representante Kevin McCarthy. Un puñado de diputados del ala más radicalmente derechista del partido se le oponía tajantemente. Ya que los republicanos son mayoría por ínfimo margen, McCarthy necesitaba del respaldo de prácticamente toda la bancada de su partido. Como resultado, pasaron varios días y más de una docena de votaciones que sin humo blanco.
Finalmente, con la décimo quinta votación, McCarthy contó con suficiente apoyo y pudo ser juramentado como presidente de la Cámara de Representantes. Lo logró luego de hacer varias concesiones a los extremistas que antes lo bloquearon ¿Qué nos dice esta irregularidad sin precedentes en la historia reciente de Estados Unidos? Veamos.
Los radicales al poder
Para asegurarse el respaldo de los republicanos radicales, McCarthy tuvo que aceptar cambios en el funcionamiento de la Cámara de Representantes que debilitan considerablemente su propia posición. Pudiera decirse incluso que debilita a la propia mayoría republicana, al condicionarla a los deseos de su flanco más extremo.
Por ejemplo, según reseña The New York Times, la facción ultraconservadora tendría el poder para aprobar un tercio de los escaños en el Comité de Reglas de la cámara. Esta instancia decide qué propuestas son debatidas y cómo. Ello a pesar de que el Freedom Caucus, que congrega a los radicales que se opusieron a McCarthy, representa a menos de un cuarto de la mayoría republicana.
Además, otra concesión de McCarthy supone que cualquier miembro de la cámara, por cuenta propia, puede propiciar una votación para destituir al presidente de la cámara. Entonces, McCarthy queda vulnerable a una repetición de las votaciones de la semana pasada en las que se le negó el puesto.
De manera que el presidente de la Cámara de Representantes no puede molestar mucho a los extremistas. Su intransigencia pudiera entonces tener un peso inmenso en cuestiones cruciales como la determinación del techo de la deuda pública de Estados Unidos (el cual, de no ser levantado, pudiera generar una crisis financiera global). Con toda esta capacidad de presión, los radicales tienen amplio margen para exigir concesiones a su agenda.
Trumpismo sin Trump
Durante las sucesivas votaciones que perdió la semana pasada, ni siquiera el espaldarazo de Donald Trump le bastó a McCarthy. Muy a pesar de que el ex Presidente ha sido venerado por el ala más derechista del partido, varios de cuyos integrantes se identificaron ante los votantes como leales paladines de su causa.
De hecho, miembros del Freedom Cause muy cercanos, como Lauren Boebert y Matt Gaetz, a Trump públicamente desdeñaron su llamado a que se unan a McCarthy. Lo tildaron de error e insistieron en su rechazo. En un momento notable durante una de las vocaciones, la congresista Marjorie Taylor Greene, quien apoyó a McCarthy a pesar de ser también parte del Freedom Caucus, trató de que sus colegas escucharan a Trump por teléfono. Pero la desatendieron. Al parecer, el exmandatario estaba tratando de persuadirlos para que votaran a favor de McCarthy.
No fueron entonces los exhortos de Trump lo que hizo que los ultraconservadores finalmente dejaran a McCarthy asumir la presidencia de la cámara. Fue que este hizo concesiones que ellos querían. Esto es un indicio de que el movimiento que ha sido denominado "trumpismo" pudiera querer ahora emanciparse del propio Trump. Se mantendría sus postulados ideológicos y tácticas, pero sin el liderazgo del ex mandatario.
Trump ya ha perdido parte del fuelle que tenía moviendo los hilos del Partido Republicano por el mal desempeño de los candidatos que respaldó en las elecciones legislativas y regionales del año pasado. Si encima sus acólitos le dan la espalda, peor para él, justo cuando busca nuevamente la presidencia.