Tal como en 2002 y 2017, los ojos del mundo se voltearon hacia Francia el mes pasado debido a la posibilidad de que un miembro de la familia Le Pen llegara a la presidencia de ese país. Hubiera sido en cualquier caso el primero gobierno francés de extrema derecha, y Marine Le Pen estuvo más cerca que nunca de lograrlo en su segunda contienda contra el presidente Emmanuel Macron.
Alejandro Armas/El Político
Pero debido al foco en la ultraderecha gala, pasó un poco por alto otro aspecto notable de esta elección. A saber, la extrema izquierda también tuvo un avance importante. Su candidato, Jean-Luc Mélenchon, quedó de tercero en la primera ronda, con 22% del sufragio. Cinco años antes, Mélenchon quedó de cuarto con 19%. En 2002 consiguió 11%.
Su partido, "Francia Insumisa", se estaría consolidando como el elemento dominante de la izquierda francesa. Por segunda vez, Mélenchon obtuvo considerablemente más votos que el candidato a Presidente por la centroizquierda tradicional. ¿Podrá hacer historia llegando al poder máximo en su país? Para ello, tendrá que superar varios desafíos.
Fracasos en el norte
Lo cierto es que el populismo de izquierda no ha tenido el mismo éxito en Europa y Norteamérica que en los los países latinoamericanos. Ninguna de estas naciones ha sido gobernada, al menos en lo que va de siglo XXI, por una figura parecida al ecuatoriano Rafael Correa o el mexicano Andrés Manuel López Obrador.
En Estados Unidos, Bernie Sanders, considerado el más izquierdista de todos los senadores, ha tratado dos veces de obtener la candidatura presidencial del Partido Demócrata, sin éxito. Donald Trump, populista de derecha, llegó en cambio a la Casa Blanca.
A Jeremy Corbyn, el furibundo izquierdista británico, aparentemente le fue mejor, por un tiempo. Se erigió como líder del Partido Laborista, uno de dos que ha gobernado en alternancia el Reino Unido por un siglo. Pero en 2019 sufrió una derrota humillante frente a los conservadores de Boris Johnson, quien así ascendió a primer ministro.
Podemos, a mediado de la década pasada, lucía como la organización antisistema con mayor probabilidad de acabar con el bipartidismo imperante desde la transición democrática española. Y aunque ahora es el socio minoritario en un gobierno de coalición, su desempeño electoral decayó considerablemente. Vox, su contraparte populista de derecha, lo desplazó como tercera fuerza política, por margen considerable.
Una oportunidad entre ruinas
Hay explicaciones teóricas para el infortunio de la izquierda populista en el Occidente desarrollado. Al pretender explotar inconformidades materiales y diferencias de estrato, le cuesta más resonar su mensaje en sociedades con una gran clase media y una calidad de vida relativamente elevada. El populismo de derecha lo tiene más fácil, al afincare en inquietudes socioculturales.
Para que Mélenchon tenga mejor suerte que sus correligionarios en otras naciones, tal vez tengan que cambiar las condiciones económicas francesas para hacerlas más favorables a su retórica. Si, por ejemplo, ocurriera una crisis económica tan profunda que un porcentaje importante de la población cayera en la pobreza.
Y si el movimiento de Mélenchon depende en buena parte de su carisma individual, un rasgo típico del populismo, el tiempo para aprovechar una oportunidad así se le está agotando. Hablamos de un político que ya ha sido tres veces candidato a la presidencia, tiene 70 años de edad y tendrá 75 cuando sean los próximos comicios presidenciales. Esa pudiera ser su última oportunidad.
Así que la calamidad económica tendría que ocurrir durante este segundo mandato de Macron. El Presidente ya ha tenido que conducir a su país durante los traumas económicos de la pandemia de covid-19, y lo hizo sin que se llegara una situación horripilante. Pero en un contexto de mayor conflictividad global, ilustrado por la invasión rusa de Ucrania, poco es seguro en cuanto a economía se refiere.
Por ahora, Mélenchon tiene razones para regodearse de su progreso. Tan debilitado se siente el Partido Socialista, fuerza histórica de la centroizquierda francesa, que acaba de establecer una alianza con Francia Insumisa de cara a las elecciones parlamentarias de junio. Esa será la próxima oportunidad para que la radicalizada izquierda gala muestre de qué es capaz.