Gabriel Boric, el nuevo Presidente de Chile, ha hecho un gran esfuerzo por identificarse con una izquierda latinoamericana distinta. Una izquierda latinoamericana que rechaza a sus correligionarios autoritarios.
Alejandro Armas/El Político
Efectivamente, el joven mandatario desde hace varios años mantiene una actitud crítica hacia los regímenes de Nicolás Maduro en Venezuela y Daniel Ortega en Nicaragua. Pero cuando se trata del castrismo en Cuba, el tono se le ablanda de forma notable.
Veamos en qué consiste esta diferencia y a qué se debe.
"Estos no, pero este sí"
Mucho antes incluso de ser candidato presidencial, Boric rompió con muchos de sus compañeros en la izquierda dura chilena por su actitud hacia Caracas y Managua. Reconoció la naturaleza autoritaria de sus gobiernos y repudió la represión de opositores. Del chavismo dijo recientemente que es una experiencia “fracasada”.
No se ha visto la misma contundencia cuando Boric habla de Cuba. Tuvo una buena oportunidad para hacerlo con el estallido de protestas antigubernamentales en 2021 en la isla, sin precedentes desde la revolución de 1959. El entonces candidato presidencial defendió a los manifestantes y dijo que el gobierno de Miguel Díaz-Canel debía escucharlos en vez de reprimirlos. Pero de eso no pasó.
A la juramentación de Boric no hubo invitados representantes de Maduro. Ni de Ortega. Pero Bruno Rodríguez, canciller cubano, sí estuvo en Santiago para los actos solemnes. No solo eso. También se reunió con su nueva homóloga chilena, Antonia Urreoja. “Confirmamos voluntad de profundizar las relaciones bilaterales y de cooperación entre ambos países”, dijo Rodríguez en su cuenta de Twtter. También se entrevistó con otros miembros del gabinete de Boric.
Percepción fosilizada
La tibieza con la que Boric se expresa sobre el castrismo es la misma que hay en mucha de la izquierda a nivel mundial. Se trata de una visión anacrónica y de un éxito de la propaganda de la dictadura antillana.
Fidel Castro y sus herederos lograron crearse desde los albores de la Revolución Cubana una imagen dual de “víctimas y héroes”. “Víctimas” por los intentos estadounidenses de apartarlos del poder (la invasión de Bahía de Cochinos, etc.) y “héroes” por su éxito resistiendo esos intentos. Es una arquetípica historia de David y Goliat, prolongada por el señalamiento del embargo estadounidense a Cuba como único o principal culpable de las dificultades en la isla.
La exportación del socialismo cubano, en forma por ejemplo de médicos que brindan servicios gratuitos en comunidades pobres alrededor del mundo, le ha granjeado aun más popularidad. Y la casi ininterrumpida calma política en la isla, con muy contadas protestas opositoras, dan la impresión de que el régimen es ampliamente aceptado por los ciudadanos.
Esa imagen del castrismo como benefactor de la humanidad pese a los intentos de un enemigo poderoso por destruirlo se ha congelado durante décadas entre corrientes de opinión de izquierda. Por eso hasta para los izquierdistas actuales les es difícil cuestionarlo. Mucho más fácil es endurecerles el tono al chavismo y al orteguismo, que no lograron replicar el mito propagandístico con ese éxito. No antes de que las imágenes de la represión de sus detractores le dieran la vuelta al mundo.
Por supuesto, esta exención del castrismo omite su largo historial de persecución de adversarios. Omite su naturaleza como régimen de partido único. Omite los efectos nocivos, harto comprobados, de las políticas marxistas sobre la economía. Pero, de nuevo, a la izquierda todo esto es algo que le cuesta admitir. Boric no es excepción.