“A nadie le importa la política. Eso murió”, dijo una transportista en Caracas a los periodistas que redactaron una nota de El País sobre la Venezuela contemporánea. Efectivamente, las encuestas muestran un panorama invariable: ningún dirigente político, ni chavista ni opositor, cuenta con amplio respaldo popular.
Alejandro Armas/El Político
Pero como el chavismo no necesita del apoyo popular para su objetivo continuista, se supone que a sus adversarios les urge mucho más recuperar apoyos. Sobre todo considerando su preparación para las elecciones presidenciales de 2024. Y si los sondeos de opinión muestran que todos los liderazgos actuales lucen desgastados, dar paso a otros, nuevos, pudiera cambiar las cosas.
Pero una reciente decisión del liderazgo opositor va contra esa corriente. Veamos.
Un regreso gris
La principal alianza de partidos opositores ha pasado por varios avatares: la Mesa de la Unidad Democrática, el Frente Amplio y, ahora, la Plataforma Unitaria Democrática. Pero esas transformaciones fueron en buena medida cosméticas. El grueso de las decisiones las siguen tomando los cuatro partidos mayores (el llamado “G4”), que han tenido los mismos dirigentes por décadas.
La semana pasada, la Plataforma Unitaria Democrática anunció que designó a Omar Barboza como su secretario ejecutivo. Barboza es cualquier cosa menos un rostro nuevo. Tiene 77 años de edad, fue gobernador de su natal estado Zulia en la década de 1980 y luego lo representó en varias oportunidades como diputado en la legislatura nacional. Es uno de los líderes del partido Un Nuevo Tiempo, parte del G4.
Hay que tener en cuenta que la posición que ocupa Barboza no lo hace el líder de la Plataforma Unitaria. Es más bien un coordinador de acciones entre los miembros de la alianza y un vocero. Pero aun así su nombramiento da a entender que los partidos no entienden del todo el cansancio con los mismos rostros. Sobre todo tratándose de una posición comunicacional, área que especialistas han señalado como debilidad recurrente de la oposición venezolana.
A Barboza hoy se le recuerda sobre todo por haber presidido la Asamblea Nacional durante el año 2018. Ese fue uno de los años más infértiles para los adversarios del chavismo. La imposibilidad de impulsar cambios desde el parlamento, a pesar de tener una mayoría calificada opositora, fue más que evidente. Ello se debió al desconocimiento de facto de la legislatura por el régimen, pero la oposición no pudo hacer nada para revertir tal tendencia antidemocrática.
Aprendizaje pendiente
Ya la crisis de representatividad en el seno de la dirigencia opositora tuvo una expresión clara, más allá de las encuestas. En las elecciones municipales del año pasado, lanzaron la candidatura de Tomás Guanipa para la Alcaldía de Caracas. Guanipa es uno de los líderes de Primero Justicia, otro partido del G4, y por años representó a Caracas en la Asamblea Nacional.
No hubo ningún tipo de primarias, a pesar de que otros aspirantes a la nominación no faltaron. Uno fue Roberto Patiño, un activista joven, director de una organización no gubernamental dedicada a brindar asistencia social en barrios pobres. Su precandidatura despertó algo de entusiasmo, pero el G4 prefirió lanzar a Guanipa.
El resultado fue desastroso. Guanipa quedó en un distante tercer lugar, superado no solo por la candidata oficialista y ganadora, Carmen Teresa Meléndez. También por un independiente sin experiencia electoral previa, Antonio Ecarri.
A los partidos opositores les cuesta aprender a refrescar sus jerarquías, y la designación de Omar Barboza lo demuestra nuevamente. Hay sin embargo promesas vagas de que cada uno se someterá a una “renovación”. Habrá que ver si lo cumplen.