El desarrollo de la guerra en Ucrania se estancó. Rusia fracasó en su intento por tomar la capital del país vecino, y ahora la lucha se concentra en el oriente ucraniano, donde el conflicto se remonta a 2014 a raíz de un movimiento separatista pro Moscú. Allí, el avance es poco, de lado y lado.
Mientras tanto, y precisamente por la falta de novedades, el interés en el resto del mundo ha decaído. Y aunque según encuestas el apoyo a Ucrania por las democracias occidentales persiste, el presidente ruso Vladimir Putin espera que eso cambie con el paso de los meses, en la medida en que las consecuencias económicas de la guerra pasen factura.
Pero también Rusia tiene sus propios problemas de desgaste. ¿Cómo es esta guerra de ver quién aguanta más? Lo examinaremos.
Al calor del gas
Tanto en los países de la Unión Europea como en Estados Unidos, hay una inflación galopante. Una de las causas principales, pero no la única, es el aumento exorbitante de la gasolina y otros productos energéticos. Esto a su vez obedece a la guerra propiamente dicha y a las sanciones que las potencias occidentales pusieron al petróleo ruso.
Los europeos tienen además el problema del gas. Rusia es el principal proveedor de gas natural para la generación de energía en el Viejo Continente. Sobre todo Alemania, el mayor motor económico de Europa, depende fuertemente de este gas que envía Rusia, y que Putin puede restringir a su antojo.
Los europeos se llevaron un buen susto esta semana, cuando la estatal gasífera rusa Gazprom anunció el cierre temporal del gasoducto Nordstream 1, que envía gas de Rusia a Alemania para su distribución por el continente. Pese a que la empresa aseguró que el cierre obedecía a razones de mantenimiento, en Europa temieron que sería una retaliación de Putin. A los pocos días el gasoducto volvió a operar, pero Putin advirtió que en un futuro el suministro pudiera ser restringido.
Por ahora no importa mucho. Es verano (uno infernalmente caluroso). Pero si la guerra sigue extendiéndose y llega el invierno, Europa necesitará su suministro habitual de gas para calefacción. La falta del mismo pudiera ser muy impopular entre las masas, golpeando así el apoyo popular a la ayuda de los gobiernos a Ucrania.
Ursula von der Leyen, presidente de la Comisión Europea, instó a los miembros de la UE a adelantarse con un plan de racionamiento de gas. Pero el cumplimiento variará por país. España, por ejemplo, se manifestó poco interesada. La unidad de los aliados de Ucrania estará a prueba.
Se buscan soldados
Todo indica que Putin está a la espera de que el costo de respaldar a Ucrania haga que sus aliados pierdan el interés, por una mezcla de agotamiento y de sacrificios que afectan a los ciudadanos comunes de esos países. En tal escenario, una Ucrania desasistida sería más fácil de dominar.
Pero el tiempo no juega a favor de Putin solamente. Rusia está exprimiendo sus fuerzas militares regulares por una campaña que apenas ha podido arrebatar a Kiev el control de unos pocos territorios. Para ello ha tenido que ofrecer pingües beneficios económicos a voluntarios y enfocar sus esfuerzos de reclutamiento entre las minorías étnicas de Rusia, a menudo pobres.
Putin ha tratado de evitar a toda costa una leva masiva forzosa. Sería una medida impopular y delataría una necesidad desesperada para lo que el Kremlin presenta como una operación militar puntual y una situación bajo su control. Además, golpearía aun más, dentro y fuera de Rusia, la imagen de sus Fuerzas Armadas.
Cabe preguntarse entonces si Putin podrá mantener una guerra estancada pero agotadora sin llegar a este escenario. De todas formas, incluso si tiene que hacerlo, es posible que esté mejor preparado que sus adversarios en los gobiernos democráticos. Los regímenes autoritarios, como el suyo, no son tan vulnerables a la opinión pública para mantenerse estables.