La primera ministra británica Liz Truss no lleva ni dos meses en el cargo y su gobierno ya atraviesa una crisis que tal vez no sobreviva. Si partió con poco respaldo popular, ahora se ha desplomado hasta niveles impresionantes.
Para capturar el liderazgo del Partido Conservador y suceder a Boris Johnson como su máxima autoridad y jefe de gobierno, Truss hizo campaña con un programa económico liberal. Tan pronto lo puso en marcha, los mercados entraron en pánico, con una depreciación fuerte de la libra esterlina. El gobierno tuvo que retirarlo y reemplazarlo por uno mucho más estatista. Pero el giro de 180 grados golpeó duramente la credibilidad de Truss.
¿Qué puede pasar ahora? ¿El Reino Unido tendrá su quinto primer ministro en seis años? Veamos.
Entre chivos expiatorios y excusas
Hasta cierto punto, Truss entendió la magnitud del peligro político que corre. No solamente revirtió su proyecto bandera, sino que además destituyó a su ministro de Hacienda, Kwasi Kwarteng, quien compartía plenamente su visión liberal. En su lugar puso al ex ministro de Relaciones Exteriores, Jeremy Hunt, considerado mucho más pragmático y menos doctrinario en materia económica.
Además, pidió disculpas por el malestar desatado, pero aclarando que no piensa renunciar a la jefatura de gobierno. Incluso adelantó que planea liderar a los conservadores en las próximas elecciones generales, que pudieran llevarse a cabo a más tardar en 2025. Un gesto audaz, viniendo de alguien cuya aprobación por el público está por el piso.
Porque haber sacrificado a Kwarteng, a todas luces como chivo expiatorio, no mejoró su propia imagen. Lo contrario siempre fue difícil, debido a la cercanía ideológica entre ambos dirigentes, incluso para ser miembros del mismo partido. La disculpa al parecer tampoco ha mejorado su percepción pública.
La última encuesta de la firma YouGov halló que 80% de los británicos desaprueba a la primera ministra. Cuando tomó posesión del cargo, esa cifra era de 60%, más o menos.
"Amigos" ansiosos
Los propios correligionarios de Truss están cada vez más alarmados por este desplome, que también afecta al partido entero. El lunes, un sondeo de Redfield and Wilton detectó una brecha de 36 puntos porcentuales en intención de votos entre la oposición laborista y los conservadores.
De nuevo, la ley británica establece que no es necesario que haya elecciones generales hasta 2025. Pero muchos conservadores temen que el caos de las primeras semanas de Truss al frente haya hecho un daño irreparable a las posibilidades del partido, a menos que se sustituya a la primera ministra.
Reportes de prensa señalan que varios de estos conservadores claman, públicamente o en privado, por ir en tal dirección. Ello implicaría que los conservadores elijan a un nuevo líder, que automáticamente la sucedería como jefe de gobierno, pues el partido tiene la mayoría parlamentaria.
Si bien las reglas del partido indican que Truss no tendría por qué enfrentar un desafío a su liderazgo hasta septiembre del próximo año, esas mismas reglas pudieran cambiar, si así lo desea una porción suficiente de la militancia. Por otro lado, hay dirigentes conservadores a los que les inquieta tanta inestabilidad y que al parecer prefieren apostarle a que Truss recupere apoyo masivo antes de las próximas elecciones parlamentarias.
El pulso entre estas dos facciones, en los próximos días, decidirá la suerte de la primera ministra.