Pudiera decirse que la invasión rusa de Ucrania es producto de la voluntad autoritaria de un hombre: el presidente Vladimir Putin. Pero, en una suerte de círculo vicioso, la guerra ha hecho de Rusia un Estado más autoritario que lo que ya era antes.
Alejandro Armas/El Político
Criticar la causa bélica se ha vuelto un delito severamente penado. También informar al respecto con una narración distinta a la del Kremlin. Varios de los pocos medios de comunicación independientes que quedaban en Rusia fueron clausurados.
Una señal que no ha recibido tanta atención, pero no por eso deja de ser muy inquietante, es la actividad pública del otrora misterioso oligarca Yevgevy Prigozhin. Se trata de uno de los hombres más peligrosos en el entorno de Putin, que hasta ahora se había mantenido en las sombras. Su nueva búsqueda escandalosa de atención indica un gobierno ruso más brutal y descarnado. Veamos.
Fuera, máscara
Prigozhin se dio a conocer como propietario de varias empresas, entre las cuales había restaurantes y proveedores de catering que brindaban servicios al Kremlin. Pero con el tiempo surgieron sospechas, y luego certezas, de que es el creador y líder del temible Grupo Wagner. Este es un organismo paramilitar activo en zonas de interés geopolítico y económico para Putin. La lista incluye Siria, varias naciones africanas y, sí, Ucrania.
Pero Prigozhin por años negó tener vínculos con el Grupo Wagner, alegando que se limita a sus negocios legítimos. No fue sino hasta septiembre del año pasado cuando admitió ser su fundador. Y esa no es en absoluto la única incursión pública de Prigozhin en la política rusa. Sobre todo en lo relacionado con la guerra en Ucrania.
En meses recientes ha opinado reiteradas veces sobre las hostilidades. Se jacta de la participación del Grupo Wagner en zonas de combate álgido y critica el desempeño de las fuerzas formales rusas, especialmente a nivel de la alta oficialidad. Admitió además haber engrosado sus filas paramilitares con reos enviados a Ucrania y aplaudió el asesinato, con golpes de mandarria, de un desertor capturado.
La imagen que transmite este Prigozhin es la de un Estado en cuyas funciones formales se entrometen actores privados con cercanía a Putin. Un Estado sin imperio de la ley, en el que individuos poderosos pueden cometer arbitrariedades sin temor alguno al castigo.
Algo incómodo
No obstante, Prigozhin no tiene ahora un poder ilimitado. Sigue dependiendo del respaldo de Putin. Sin ningún tipo de afirmación oficial sobre el líder del Grupo Wagner, de sus decisiones en las que aquel ha opinado se puede concluir que dicho apoyo no es total.
Por ejemplo, tal como reporta The New York Times, poco después de que Prigozhin descalificara al jefe de Estado mayor de las Fuerzas Armadas rusas, Valery Gerasimov, Putin puso a ese mismo general a cargo de todas las operaciones en Ucrania.
Además, las declaraciones erráticas e impredecibles de Prigozhin comprometen la moral de las fuerzas formales rusas y la sensación entre la ciudadanía rusa de que la guerra va por buen camino. Precisamente lo que el Kremlin tanto ha tratado de preservar al castigar a los detractores de la incursión rusa.
El radicalismo de Prigozhin en sus llamados a hacer todo lo necesario para derrotar a Ucrania tampoco pudiera ser bien visto. Sobre todo si se asocia con medidas impopulares como una leva parcial o total. Pero su nuevo papel en la política, recapitulando, no augura nada bueno para quienquiera con la expectativa de un gobierno ruso menos autoritario.