Ha pasado casi año y medio desde que comenzó la invasión rusa de Ucrania. Bien pudiera convertirse en un “conflicto congelado”, ya que desde hace meses ninguna de las partes ha tenido avances territoriales significativos.
Alejandro Arnas/El Político
Si bien Ucrania pudo repeler el intento ruso de apoderarse de todo su territorio y hasta ha liberado zonas que el agresor ocupó, su último gran logro se remonta al año pasado. Rusia, por su parte redujo sus objetivos a controlar la región del Donbas, pero está bien lejos de cumplirlo.
No obstante, todo indica que ha comenzado una ambiciosa contraofensiva ucraniana que busca poner fin a este estancamiento. ¿Qué está en juego para cada uno de los bandos enfrentados? Veamos.
Necesidad de avance rápido
Kiev lleva meses preparándose para su nueva movida militar. Para eso, estuvo acumulando armas provistas por sus aliados occidentales. Algunas de ellas le fueron muy difíciles de conseguir, como los tanques Leopard, de fabricación alemana, o los Abrams, hechos en Estados Unidos. Dicha dificultad se debe a la reticencia de esos países a ceder el armamento.
Los militares ucranianos también han recibido entrenamiento por parte de sus pares de los países proveedores para el uso correcto de las armas.
Debido a toda esta preparación, se ha creado mucha expectativa tanto dentro como fuera de Ucrania sobre la contraofensiva. Están previstos enfrentamientos muy fuertes, con muchas bajas para los dos bandos. Sin embargo, si el objetivo estratégico de Kiev es poner fin al congelamiento de las hostilidades, necesita liberar territorio en el corto o, al menos, el mediano plazo.
De lo contrario, pudiera cundir una baja en la moral de las tropas y de la población civil que ha confiado la conducción de la guerra al presidente Volodimir Zelensky. También pudiera reducirse el apoyo de las democracias occidentales a la causa ucraniana, por considerar que la ayuda brindada no funcionó. En ese caso, Ucrania podría entrar en un círculo vicioso, al quedar más vulnerable por falta de respaldo.
Mantener las posiciones
Rusia también corre riesgos con lo que pudiera ser el inicio de una nueva etapa de la guerra. Su desempeño ya ha sido decepcionante, considerando el fracaso del objetivo inicial de apoderarse de toda Ucrania.
Su única victoria significativa en meses ha sido la captura de la pequeña ciudad de Bakhmut, luego de un larguísimo combate que dejó la localidad en ruinas. Fue un triunfo sobre todo simbólico, ya que la localidad no representa un punto vital en el esfuerzo ruso por ocupar todo el Donbas. Y si, debido a la contraofensiva, eso se revierte, el Kremlin habrá perdido uno de sus escasos logros para presentar a la ciudadanía rusa.
Eso no es todo. Luego de ocupar las regiones de Kherson, Zaporiyia, Donetsk y Luhansk, Moscú se las anexionó, en una medida que el grueso de la comunidad internacional desconoció. Ahora, como parte de un intento de consolidar su dominio, planea organizar la elección de autoridades regionales.
Complicado, ya que las tropas rusas ni siquiera controlan la totalidad de estos territorios. Sobre todo a partir de la ofensiva ucraniana del año pasado. Si pierde todavía más control a manos de Ucrania, aumentará la percepción en Rusia de que la guerra va mal. Ello a su vez pudiera mermar el apoyo colectivo al gobierno de Vladimir Putin.