Excepto por unos pocos paréntesis de prosperidad, la economía argentina ha tenido un desempeño errático y caótico por casi un siglo. Ni los gobiernos peronistas, ni los socialdemócratas, ni los militares, ni el moderadamente liberal de Mauricio Macri han podido inaugurar un período de bonanza duradera.
Alejandro Armas/El Político
El de Alberto Fernández no está teniendo mejor suerte. Y a los ciudadanos se les está acabando la paciencia. Este mes, las calles de Buenos Aires han rebosado de manifestantes de distinta tendencia política. Mientras, siguen los incordios en la coalición gobernante, y se acercan unas elecciones en las que esta luce con poca probabilidad de salir airosa.
Veamos a continuación en detalle lo que sucede en el país austral.
Molestia multicolor
Entre los muchos problemas económicos de Argentina, la inflación es uno particularmente crónico e inquietante. En el primer semestre del año, el incremento generalizado de precios fue de 36,2%. Es la segunda más alta en Latinoamérica, después de la de Venezuela (53,8%), nación que acaba de salir de un proceso hiperinflacionario.
La situación pudiera seguir agravándose, en un contexto de fuerte devaluación de facto. Hay un control de cambio vigente desde 2019, pero la demanda de dólares se mantiene rozagante en medio de la desconfianza en las autoridades monetarias nacionales. El dólar ofrecido en el mercado negro puede duplicar la tasa oficial, o más. Otro punto que recuerda a Venezuela, donde controles de esa naturaleza no evitaron que colapsara el valor de la moneda local.
La población no demoró en expresar su descontento. El pasado 9 de julio, día en que los argentinos conmemoran su independencia de España, miles de detractores del gobierno peronista tomaron las calles de la capital. Algunos exigían la renuncia de la poderosa vicepresidente, y expresidente, Cristina Fernández de Kirchner. Llegaron incluso a sacudir las rejas de la casa de gobierno.
Pero no son solo los adversarios más acérrimos de la dupla Fernández y Fernández quienes han protestado. Hace dos semanas, varias organizaciones de izquierda manifestaron igualmente frente a la sede del Ejecutivo. Su demanda: que el dinero usado para pagar deuda externa sea usado para amortiguar el golpe al bolsillo de los pobres.
Mal pronóstico comicial
En lo que va de 2022, las encuestas han mostrado sistemáticamente que la oposición va mejor encaminada que el oficialismo a las próximas elecciones presidenciales. El empeoramiento de la situación económica pudiera apuntalar esa tendencia.
Obviando a los indecisos, una encuesta de la firma CB Consultora da a Juntos por el Cambio, la mayor coalición disidente, una intención de voto de 40%. Ello representa un incremento de 4 puntos con respecto a la medición anterior. La alianza oficialista, el Frente de Todos, quedó de segunda con 34%, un descenso de un punto. Le sigue el partido Liberales, del diputado Javier Milei, con 21,4%, para una caída de 4 puntos.
Con esas cifras, el candidato de ninguna de estas organizaciones pudiera prevalecer en primera vuelta. Habría entonces un balotaje. Dado el antagonismo de Milei hacia el peronismo, pero también hacia Juntos por el Cambio, no es seguro que le dé entonces su apoyo al abanderado de esa coalición. Pero de todas formas cabe esperar que sus votantes se inclinen por tal alternativa antes que el oficialismo.
Los comicios serán a finales del año que viene. En ese lapso, muchas cosas pueden cambiar. Pero el gobierno lo tendrá cuesta arriba para frenar el ascenso de la oposición. Se le agota el tiempo para producir una mejora económica tan espectacular que sus efectos hagan a suficientes votantes cambiar de opinión.