Si el presidente ruso, Vladimir Putin, esperaba un blitzkrieg, como el de Alemania invadiendo Polonia en 1939, y una rápida capitulación de toda Ucrania, es evidente que calculó mal. La guerra anula seis semanas, pero el avance ruso se ha estancado.
Alejandro Armas/El Político
Informes de inteligencia occidentales dan cuenta de que las fuerzas rusas han desistido, al menos por ahora, de apoderarse del país entero. Esto lo confirma su retirada de los alrededores de Kiev, la capital. Aparentemente ahora se concentrarán en consolidar su dominio del este y del sur de la nación agredida.
¿Significa esto que Putin está perdiendo la guerra? Veamos.
Costos y beneficios
“Ganar” o “perder” una guerra depende de los objetivos de quien la emprende. Estos no siempre son claros. Sobre todo en una autocracia como la de Putin, cuyo hermetismo es bien conocido. Así que es difícil determinar cuáles son los objetivos del Kremlin al invadir Ucrania.
A juicio de quien escribe estas líneas, las metas de Putin han de ser bastante grandes como para desatar una guerra tan costosa para su país. Téngase en cuenta el daño severo que las sanciones internacionales infligen a la economía rusa. Más las pérdidas humanas y materiales en el campo de batalla. Más el refuerzo de la unidad entre democracias occidentales ante una amenaza común.
Ergo, resulta inverosímil el argumento de que el dictador ruso en realidad solo aspiró a obtener concesiones territoriales de Ucrania en zonas que Moscú ya controlaba directa o indirectamente (Crimea y el Donbass). O incluso un poco más de territorio, así como el compromiso de que Ucrania no ingrese a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Es más probable que Putin ambicione apoderarse de toda Ucrania y sustituir a su gobierno actual por un títere, o por un aliado férreo como la Bielorrusia de Aleksandr Lukashenko. Tal objetivo, por los momentos, luce imposible de alcanzar.
Popularidad innecesaria
Tan pronto como empezó la invasión de Ucrania hace mes y medio, llamó la atención la falta de entusiasmo entre la población rusa. No fue como cuando Putin se anexionó Crimea en 2014, acción que una amplia mayoría de sus conciudadanos aplaudió. Esta vez incluso hubo especulaciones de que la impopularidad de la guerra y los efectos de las sancione alentarían una reacción contra Putin en casa.
Pues bien, esto tampoco está ocurriendo. Al contrario, la aceptación de Putin aumenta. Un estudio de Levada, acaso la encuestadora rusa más confiable, estimó que 83% de la población aprueba las acciones del Presiente. En enero, esa cifra fue de 69%.
Algunos apuntan a que ese repunte es la verdadera ganancia de Putin en la guerra. Pero hay un problema con tal hipótesis. A saber, los autócratas necesitan niveles de aprobación mucho más bajos que los de sus pares democráticos para mantenerse en el poder. Como vimos, Putin ya gozaba de una popularidad bastante alta antes de la guerra. Su gobierno no estaba en peligro de rebelión. Así que el alza en su aprobación no implica un beneficio neto de cara a los costos de la guerra.
De todas formas, este conflicto no ha terminado. No se puede descartar que Rusia sorprenda con una nueva ofensiva más vigorosa, que termine con el estancamiento actual.