Desde más de un año antes de las elecciones presidenciales brasileñas, todas o casi todas las encuestas proyectaron que el presidente Jair Bolsonaro sería derrotado de forma abrumadora. No era algo descabellado. El manejo de la pandemia de covid-19 por su gobierno fue uno de los peores del mundo. Además, se está enfrentando a su predecesor Luiz Inácio “Lula” da Silva, acaso el político más popular en lo que va de siglo XX en Brasil.
Alejandro Armas/El Político
Sin embargo, al final Bolsonaro no solo logró forzar una segunda vuelta electoral, sino que además obtuvo un porcentaje de votos mucho mayor que lo esperado. Muchos de sus aliados triunfaron en otras elecciones. De cara al balotaje presidencial, parece que las encuestadoras trataron de corregir la subestimación del sufragio por la derecha.
La posible consolidación del “bolsonarismo” como factor de peso en Brasil pudiera alterar totalmente la política del gigante suramericano. Veamos cómo y por qué.
Subestimados no más
Aunque a veces el Presidente tenía repuntes, nunca llegó a superar a Lula en los sondeos. El margen era a menudo de entre 10 y 20 puntos porcentuales. Hoy, otro gallo canta. El último estudio de la firma IPEC pone a Lula a la cabeza, pero con 54% ante el 46% de Bolsonaro.
Las últimas encuestas de Ideia y Datafolha indican una brecha aún menor: 52% para Lula y 48% para Bolsonaro. De estar en lo correcto, el candidato de la izquierda se mantiene a la cabeza, pero con una diferencia tan pequeña que cualquier cosa puede pasar este domingo, día de la segunda ronda.
Sea cual sea el desenlace aquel día, el tipo de derecha que Bolsonaro encarna ya conquistó triunfos que le aseguran un papel destacado en la política brasileña en los próximos años. El día de la primera vuelta, también se celebraron otros comicios, varios de los cuales le fueron favorables.
Algunos ganaron gobernaciones regionales, aunque los estudios de opinión vaticinaron lo contrario. Asimismo, miembros del Partido Liberal, en el cual Bolsonaro milita actualmente, serán los más numerosos en ambas cámaras del Congreso.
¿Un futuro binario?
Desde el retorno de la democracia en Brasil en 1985 (tras dos décadas de dictadura militar), el país no ha tenido un sistema de partidos fuertes. El poder ha estado disperso entre partidos casi siempre pequeños y de poca consistencia ideológica.
En todo caso, el que llegó a tener más influencia (sin volverse hegemónico) fue el izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), con el ascenso de Lula a la presidencia en 2003. La organización se vio favorecida por la alta popularidad del entonces mandatario. Luego esa influencia mermó por escándalos de corrupción y por la destitución de la sucesora de Lula, Dilma Rousseff.
Precisamente de la furia por una clase política en la que el PT tuvo protagonismo surgió el fenómeno Bolsonaro en 2018. Y si antes se creyó que fue más un voto castigo que alguna simpatía conservadora, pues esa hipótesis hoy no es muy fuerte.
Incluso si Lula derrota a Bolsonaro, tendrá una importante oposición derechista en el Congreso y en las regiones. De momento, esa oposición está disgregada en distintos partidos. Pero el tener un adversario común acaso la mantenga cohesionada. Y así, la política brasileña pudiera ir hacia una polarización entre Lula, el PT y sus aliados, por un lado, y una oposición de derecha dura “bolsonarista”, por el otro.