Las elecciones presidenciales de Colombia, que se decidirán entre dos candidatos bastante peculiares, suponen una transformación total de la política de ese país. Naturalmente, cabe esperar que las relaciones internacionales se verán afectadas.
Alejandro Armas/El Político
Probablemente el aspecto más crítico de la política exterior colombiana hoy sea su relación con Venezuela. Sus gobiernos están totalmente enemistados debido al apoyo colombiano a la oposición al régimen de Nicolás Maduro. No hay relaciones diplomáticas desde 2019.
Eso está por cambiar, gane quien gane. Veamos.
Coincidencia por vías distintas
Ambos candidatos en la segunda vuelta presidencial colombiana han dejado claro que reanudarán relaciones con el régimen de Maduro. Pero las motivaciones varían. En el caso de Gustavo Petro, abanderado de la coalición izquierdista Pacto Histórico, hay un rechazo explícito a la noción de presionar al chavismo, mediante sanciones y aislamiento internacional. Esta es la misma postura de otros movimientos de izquierda en Latinoamérica, como los que hoy gobiernan México y Argentina.
Pero además, Petro nunca ha disimulado su profundo desprecio por la oposición venezolana, a la que ve como una “derecha sometida a Estados Unidos” (a pesar de que el grueso de esa oposición en realidad es de tendencia socialdemócrata).
Su contendiente Roldolfo Hernández, populista como Petro pero sin militancia ideológica clara, tiene una razón más sencilla. A saber, no le interesa lo que ocurra en Venezuela. Esto es típico de campañas populistas que recurren, tácita o expresamente, el mantra nacionalista “Primero mi país”. Son desdeñosas del internacionalismo liberal que promueve la democracia y los Derechos Humanos en todo el globo. Están más que dispuestas a tratar con gobiernos autoritarios si lo creen conveniente para sus naciones.
En el caso específico de Hernández, la promesa de reanudar lazos con Caracas le sirve para distanciarse del uribismo gobernante, principal impulsor de la mano dura hacia el chavismo. Parte de su esfuerzo por evitar que se le vincule con la clase política tradicional neogranadina, que su campaña denuncia en pleno.
Oposición pierde
Cualquier alivio a la presión internacional sobre el chavismo constituye un punto menos para la causa democrática venezolana. Con las masas desmovilizadas, la dirigencia opositora solo cuenta con el poder que le prestan los gobiernos que la respaldan para ejercer presión.
Por lo tanto, cada gobierno que le dé la espalda a la oposición venezolana significa menos presión sobre el chavismo, que tendrá menos razones aún para renunciar a su hegemonía absoluta. Sobre todo en el caso de Colombia, el país más vinculado geográfica y culturalmente a Venezuela.
Sin embargo, es más probable que Petro vaya más allá que Hernández cumpliendo lo que sea que el chavismo desee de las relaciones con Colombia. Después de todo, aunque ahora trate de distanciarse de sus correligionarios de izquierda venezolanos para volverse más potable para el electorado, las coincidencias ideológicas siguen siendo no pocas.