Por meses antes de invadir Ucrania, el gobierno ruso desestimó las alertas que su agresividad despertó alrededor del mundo, negando que haría lo que terminó haciendo. Asimismo, Vladimir Putin siempre caracterizó la incursión armada como un intento desinteresado de liberar a Ucrania de un “gobierno nazi” que estaba “masacrando” a la población rusoparlante. Si el pretexto siempre fue inverosímil, ahora lo es menos.
Alejandro Armas/El Político
Desde la semana pasada, autoridades pro Rusia en los territorios ucranianos ocupados han llevado a cabo supuestas consultas populares para preguntar a la población local si desea unirse a Rusia. El Kremlin ya dejó claro su apoyo a estos plebiscitos, indicando así que procederá a anexionarse los territorios.
¿Qué busca Putin con esta nueva artimaña? ¿Qué consecuencias puede tener para la guerra? Veamos.
Déjenme lo "mío"
Son cuatro las regiones en las que se realizan plebiscitos para la anexión por Rusia: Kherson, Zaporizhzhia, Donetsk y Luhansk. Junto con Crimea, que Rusia ocupa desde 2014, este territorio representa más o menos un cuarto de la superficie total de Ucrania.
Como se sostuvo en una emisión pasada de esta columna, Putin redujo considerablemente sus objetivos en Ucrania, debido al fracaso de las fuerzas rusas en someter al país entero. Ahora todo indica que su meta es consolidar el control del territorio en donde todavía se encuentran sus soldados.
Moscú ha dado señales de que, luego de que las regiones sean anexionadas, considerará cualquier contraofensiva ucraniana en ellas como una agresión a territorio ruso. Y entonces, con ese pretexto, recurriría a medidas más extremas contra Kiev.
El mensaje que Putin estaría entonces enviando a Ucrania y sus aliados es que acepten las conquistas rusas, a cambio de evitar un conflicto más largo y cruento. Si lo consiguiera, tendría al menos algo que mostrar a los círculos ultranacionalistas rusos, decepcionados por el fracaso en el intento de someter a toda Ucrania.
Un riesgo grande
Pero no hay señales de que Kiev y las democracias que la respaldan estén dispuestas a aceptar ese trato. Después de todo, las fuerzas ucranianas siguen airosas por el éxito de una contraofensiva que recuperó de manos rusas una amplia porción de territorio en el noreste del país.
Asimismo, Estados Unidos y las democracias de la Unión Europea advirtieron que no reconocerán los resultados de las consultas para la anexión. Aducen, como con el proceso similar en Crimea en 2014, que la coerción de las fuerzas ocupantes anula cualquier legitimidad de los plebiscitos. Washington advirtió que la anexión acarrearía más sanciones para Moscú.
Pero Putin, presionado por los radicales en su propia base de apoyo, se mantiene desafiante en este particular. De hecho, en una de sus últimas alocuciones indicó que, con tal de “defender a Rusia” pudiera usar armas nucleares en Ucrania.
La situación pudiera entonces volverse muy tensa. De las cuatro regiones que pretende anexionarse, Moscú solo controla plenamente una, Luhansk. En las demás, se mantiene el combate. Así que, tan pronto como se formalice la anexión, el gobierno ruso tendría que hacer valer su amenaza de proteger “su” territorio.