Durante todo su gobierno en Venezuela, Hugo Chávez gozó de buenas relaciones con el grueso de las democracias del mundo. Solo con Estados Unidos y Colombia tuvo roces severos, aunque nunca se llegó a una ruptura total de relaciones.
Alejandro Armas/El Político
A su sucesor, Nicolás Maduro, no le fue tan bien. El avance en el desmontaje de las instituciones democráticas venezolanas llevó a varios Estados a volverse críticos de la situación. Países americanos y europeos impusieron sanciones al régimen chavista y algunos hasta reconocieron al dirigente Juan Guaidó como el "Presidente" legítimo.
Pero en vez de ceder a la presión y hacer concesiones democráticas, el gobierno de Maduro prefirió atrincherarse y esperar el regreso de circunstancias más amigables… Paciencia que ha dado fruto. Veamos.
Un conveniente giro hacia la izquierda
Como han señalado los politólogos Steven Levitsky y Lucan Way, un país es más vulnerable a la presión de otros para que adopte reformas democráticas si estos otros tienen una gran vinculación cultural con él. Por lo tanto, los países con mayor capacidad presionar en tal sentido al chavismo son aquellos con los que Venezuela ha gozado de lazos culturales fuertes. Estos están América y Europa.
Cuando Estados Unidos comenzó a aplicar su política de "máxima presión" al chavismo en 2019, encontró un terreno fértil en Latinoamérica debido a la composición ideológica de sus gobiernos en aquel entonces. En Colombia, Perú, Chile, Brasil y Argentina había gobiernos de tendencia liberal o conservadora, bastante detractores del régimen de Maduro.
Pero poco a poco la voluntad de los votantes hizo que la izquierda tomara el poder en todos estos países. Algunos de los nuevos mandatarios, como Gustavo Petro en Colombia, se abstienen de criticar al chavismo. Otros, como el de Gabriel Boric en Chile, sí denuncian el autoritarismo de Miraflores pero sin mayor intervención. En fin, todos se oponen al ejercicio de presión internacional para que el chavismo introduzca cambios democráticos.
De esa forma, el aislamiento diplomático del gobierno de Maduro en su propio continente llegó a su fin. Estados Unidos se quedó casi sin aliados en las Américas para su política hacia Venezuela. Como veremos a continuación, lo mismo pudiera estar ocurriendo en Europa.
Inquietudes energéticas
Las democracias europeas nunca se adhirieron del todo a la "máxima presión" de Estados Unidos y se inclinaron por un abordaje más conciliador. Pero también exigieron cambios en Venezuela y aplicaron sus propias sanciones individuales a personeros del chavismo.
Ahora, sin embargo, hay indicios claros de que en el Viejo Continente hay mayor disposición a tolerar la ausencia de democracia en la nación sudamericana. En ello incide la búsqueda de fuentes alternativas de petróleo que compensen lo que se dejó de importar de Rusia, como represalia por la invasión de Ucrania.
No en balde, hace unos meses, el presidente francés Emmanuel Macron pidió a Estados Unidos que permita el regreso a los mercados del crudo venezolano, sin sanciones. Según reportó la agencia EFE la semana pasada, el gobierno francés planteó un encuentro en París entre representantes del chavismo y de la oposición. El objetivo sería alentar la reanudación del diálogo entre ambos, a pesar de que la disidencia no cuenta con el poder para exigir del chavismo concesiones democráticas a cambio del alivio de sanciones.
Este lunes, Maduro sostuvo un encuentro, al parecer breve, con Macron durante una cumbre climática en Egipto. Es la primera vez en años que se reúne cono el líder de una democracia europea.
Nada de lo anterior quiere decir que la presión internacional siempre estuvo condenada al fracaso. Pero sin el acompañamiento de presión interna en la propia Venezuela, su probabilidad de éxito es poca. Alrededor del mundo, varios gobiernos ven con frustración la falta de resultados en Venezuela. Cada vez hay más disposición a pasar esa página, aunque nada cambie en el país.