El canciller Jorge Arreaza y el fiscal general designado por la Asamblea Nacional Constituyente, Tarek Wiliam Saab, dos de los hombres más cercanos a Nicolás Maduro, reciben con toda cordialidad y deferencia a Jimmy Story, representante diplomático de Estados Unidos, el Gobierno supuestamente interesado en su derrocamiento, y lo hacen a pocas horas del supuesto atentado. Maduro no cesa en sus intentos por acercarse a la Casa Blanca.
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A menos de cuatros días de haber denunciado un supuesto intento de magnicidio contra Nicolás Maduro, su canciller, Jorge Arreaza, se reúne con el representante en Caracas de su peor enemigo: Jimmy Story, encargado de negocios de la Embajada de Estados Unidos en Venezuela. El imperio, origen de todos los males según la retórica madurista.
El antecesor del señor Story en Caracas, Tom Robinson, fue declarado persona non grata, junto con el jefe de la sección política de esa delegación diplomática, Brayan Naranjo, el pasado 22 de mayo. Maduro ordenó la expulsión de esos funcionarios en un plazo de 48 horas y afirmó que presentaría pruebas de las conspiraciones que la embajada de Estados Unidos vendría efectuando en Venezuela en el campo militar, así como “en los aspectos políticos, sociales y económicos”. De más está decir que aún se esperan por esas pruebas.
Venezuela y Estados Unidos no tienen embajadores desde 2010. El último embajador de Washington en Caracas fue Patrick Duddy, expulsado en 2008, aunque volvió en 2010 por un breve tiempo.
En la retórica chavista-madurista, Estados Unidos es el enemigo. No el principal ni el más importante, sino EL enemigo en mayúsculas. El insaciable centro del capitalismo mundial que va por la tierra chupando los recursos naturales de los países pobres. Pendiente siempre de la próxima víctima por invadir, tiene particular interés por las inmensas reservas de petróleo depositadas en el subsuelo venezolano.
Como el régimen que domina a Venezuela (según ese razonamiento) no quiere entregarle ese valioso recurso, la potencia del norte está dispuesta a hacer todo cuanto tenga en su mano para desestabilizarlo y derrocarlo con la ayuda de sus “lacayos internos”. Por lo tanto, todo lo que vaya mal dentro del país, desde las tasas de homicidios más altas de Suramérica hasta la hiperinflación, tiene su origen en ese perverso propósito. Chile 1973. Esta es la coartada histórica del chavismo. Una versión siglo XXI de la Cuba castrista.
Y sin embargo, el Gobierno que propala esta “tesis” no deja pasar ocasión de intentar acercarse y demostrarle disposición a dialogar a ese imperio que supuestamente hace todo lo posible por derrocarlo, incluyendo alentar o propiciar un magnicidio.
Recordemos: Citgo, filial de Petróleos de Venezuela (PDVSA) en Estados Unidos, aportó 500.000 dólares al comité organizador de los festejos con motivo de la toma de posesión de Donald Trump en enero de 2017. Desde entonces, que se sepa, Nicolás Maduro no cesa en su empeño de acercarse al magnate inmobiliario que hoy es inquilino de la Casa Blanca.
¿Política bipolar?
Es posible que haya mucho de bipolaridad en la conducta de Maduro y su círculo de poder. Necesitan a Estados Unidos como el enemigo que les permita crear la necesaria sensación de asedio al régimen (siguiendo el ejemplo cubano) pero es ese país el que paga las cuentas. El mercado norteamericano sigue siendo hoy el principal destino de las exportaciones petroleras venezolanas. Maduro no dispone de la opción de Fidel Castro, quien sí tenía una gran potencia que lo financiara a fondo perdido.
Desde los días del expresidente Hugo Chávez su régimen ha intentado blindar una relación geoestratégica (militar y económica) con China y Rusia. No obstante, Venezuela sigue estando en el área del dólar americano. No parece que el petro, la moneda digital de Maduro, pueda cambiar esa realidad.
Es en este punto donde el antiimperialismo chavista empieza a flaquear y a los planes magnicidas se les ven las costuras. Una de ellas: señalar como autor intelectual al expresidente colombiano Juan Manuel Santos, justo cuando estaba por entregar la banda presidencial de su país.
Santos, el que llegó denominarse a sí mismo como “el nuevo mejor amigo” de Chávez. El mismo que se sentó en La Habana a negociar con las FARC con el apoyo de Maduro.
Este señala a Santos porque se va del escenario y no quiere apuntar al hombre que se sienta en el Despacho Oval. En un encuentro, en una foto, queda revelada la profunda contradicción en la que se debate el régimen de Nicolás Maduro.
Mientras, ha conseguido distraer por unos días al público del enorme drama que ha caído sobre millones de venezolanos como consecuencia directa de sus acciones, al tiempo que justifica una nueva oleada represiva.
Fuente: ALnavío