Los Fabulosos Cadillacs tuvieron su revancha. Sobre el escenario de la Quinta Vergara, la banda liderada por Vicentico formó parte de la primera fecha de la edición 2017 de Viña del Mar.
Redacción El Político
Junto a Los Auténticos Decadentes se llevó a cabo una jornada signada por dos de las bandas más representativas de la música argentina fuera de Argentina, que además, se encuentran festejando sus tres décadas de carrera casi en simultáneo.
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Primero, los Cadillacs tuvieron su absoluta aprobación. Después de un show que implicó el regreso del saxofonista Sergio Rotman y repasó todos los infaltables de su repertorio (los clásicos "Manuel Santillán, El león" y "Mi novia se cayó en un pozo ciego" para empezar; "Calaveras y diablitos" y "Mal bicho" para terminar), el premio Gaviota de Plata les fue concedido. Los bises "Siguiendo la Luna" y "Vasos vacíos" apelaron a la memoria emotiva de una audiencia que solo tuvo demostraciones de cariño. Por eso llegó el regalo exigido, que los presentadores Carolina de Moras y Rafael Araneda entregaron a un Vicentico que no pudo evitar buscar complicidad en Flavio para hacer un gesto ante la -evidentemente necesaria- pantomima: la Gaviota de Oro. Agradecidos, se retiraron para dar lugar al show humorístico de la noche, con el chileno Juan Pablo López, que tras su stand up de historias mínimas con un toque de crítica social escuchó el grito de ga-vio-ta dos veces con lágrimas en los ojos.
Destacó el diario La Nación que para los Decadentes era la cuarta vez en 15 años en la Quinta Vergara. El monstruo los ama, si no, no sería posible. Casi a las tres de la mañana, un Cucho colorido animó la primera parte de la fiesta interminable (cíclica, con la rotación de su voz cantante) con "Cómo me voy a olvidar", "Quiero ser un pendejo", "Los piratas"; en seguida, Jorge Serrano tomó la posta con "Corazón" y "Diosa", para después darle protagonismo al guitarrista Diego Demarco que cantó sus composiciones "Besándote" y "El gran señor". El regreso de Cucho fue con "Vení, Raquel"; en el "Tutá tutá" bajó del escenario para llevar el carnaval a los miembros del público, transformados en los invitados a un casamiento eterno, acaso entre dos naciones ahora hermandadas por la música.