Tres millones de personas, la mitad de la ciudad, podrían acogerse al plan del Reino Unido de dar la ciudadanía a quienes tengan los pasaportes de ultramar otorgados antes de 1997, cuando Hong Kong era colonia británica
El Político
Antes de que el Reino Unido devolviera Hong Kong a China en 1997, tras 156 años de dominación colonial, hubo un éxodo masivo por miedo a que el régimen comunista de Pekín acabara con una de las economías más capitalistas y libres del mundo.
Para calmar estos temores, y con la misma habilidad con que se abrió China al capitalismo tras la muerte de Mao, Deng Xiaoping se sacó de la manga el principio de “un país, dos sistemas”, que garantizaba durante medio siglo la autonomía y libertades de esta ciudad, mayores que en el resto del país.
Pero solo han pasado 23 años y dicho principio, recogido en la Declaración Conjunta Sino-Británica de 1984 que acordó el traspaso, se ve amenazado por la ley de seguridad nacional que Pekín impondrá este verano en Hong Kong sin pasar por su parlamento local.
Ante lo que considera una violación de este tratado internacional, que también ha sido criticada por otros países, el primer ministro británico Boris Johnson ha abierto la puerta a los antiguos súbditos de Su Majestad en la excolonia.
Si Pekín sigue adelante con la ley, que ya ha sido aprobada por la asamblea nacional china y se espera que entre en vigor entre finales de este mes y agosto, el Reino Unido acogerá a los hongkoneses que tengan su pasaporte de británicos de ultramar, conocido como BNO por sus siglas en inglés: British National Overseas.
El pasaporte de ultramar
Antes de la devolución a China, Londres concedió dicho pasaporte a casi tres millones y medio de hongkoneses, un estatus especial compatible con los documentos de identidad locales que permitió seguir conservando la ciudadanía británica a la mitad de la población.
Con él pueden pasar hasta seis meses en el Reino Unido, pero no les concede el derecho de residencia ni a votar. Además de brindarles protección consular, con dicho pasaporte viajan por buena parte del mundo sin necesidad de visado y, hasta que llegó el Brexit, se movían libremente por la Unión Europea.
A tenor de las cifras oficiales, en la actualidad hay 350.000 personas con este pasaporte en la ciudad, pero otros 2,5 millones pueden conseguirlo porque, aunque no se haya renovado, se conserva para siempre el derecho a tenerlo y solo cuesta 1.000 dólares HK (114 euros).
Visto como un seguro de vida por los hongkoneses, su demanda es un termómetro de la situación política. Cada vez que hay problemas con Pekín, como la “Revuelta de los Paraguas” de 2014 o las protestas del año pasado, se forman largas colas para pedirlos.
Mientras en enero de 2019 solo se solicitaron 1.392; en octubre ascendieron a 33.501 tras varios meses de agitación social, según recoge el periódico South China Morning Post.
Ahora que Boris Johnson ha anunciado que flexibilizará las normas de inmigración para dar la ciudadanía a los hongkoneses con pasaporte BNO, vuelven las colas.
Debido al creciente autoritarismo del régimen chino, muchos temen que la ley de seguridad nacional, que penará la subversión, la secesión, el terrorismo y la injerencia extranjera, sirva para perseguir a los activistas políticos y recortar las libertades igual que en el resto del país.
“El pasaporte británico con derecho a residir en el Reino Unido sería un chaleco salvavidas. Tengo familia en Escocia y me gustaría mudarme allí, porque dudo que consigamos la democracia bajo el control de China”, explicaba Humphrey Lau, profesor universitario y secretario de la organización British Hong Kong, en 2017, durante el 20º aniversario de la devolución.
Con casi 1.400 miembros, su grupo de Facebook echa humo estos días por la propuesta de Boris Johnson, de la que todavía no se conocen los detalles.
“Le recomendaría al gobierno británico que nos diera a quienes tenemos el pasaporte BNO la plena ciudadanía y reabriera el registro para quienes nacieron antes de 1997”, comenta uno de sus miembros, Kwun Fung Law.
¿Quiénes pueden tener el BNO?
Y es que dicho pasaporte solo se concede a quienes los solicitaron antes de la devolución, nunca después. Si alguien no lo hizo en su día, perdió su oportunidad. Además, ni siquiera los hijos de una pareja de hongkoneses BNO pueden ser británicos, salvo que nazcan en el Reino Unido.
A la espera de saber más sobre los planes de Johnson, a los emigrantes de Hong Kong se les daría un visado y permiso de trabajo de un año, en lugar de los seis meses actuales, como primer paso para obtener la ciudadanía.
Pero eso les pone en desventaja con otros expatriados de alta especialización profesional que solo necesitan renovar su visado cada tres años. También está por ver si se aplicará algún umbral salarial o inversión en propiedades inmobiliarias para lograr la ciudadanía, que ahora se puede solicitar después de pasar entre cinco y diez años en el Reino Unido.
Postura crítica
Ante el éxodo que podría desatarse, que algunos ya se imaginan similar al que hubo en la cosmopolita Shanghái tras el triunfo de la revolución comunista en 1949, Londres está consultando cómo “repartirse la carga” con sus aliados de los Cinco Ojos, el grupo de inteligencia que forma junto a Estados Unidos de América, Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
También podría incluir a los aliados de la Mancomunidad de Naciones (en inglés Commonwealth of Nations), antiguamente Mancomunidad Británica de Naciones (British Commonwealth of Nations), es una organización compuesta por 54 países soberanos independientes y semi independientes que, con la excepción de Mozambique y Ruanda, comparten lazos históricos con el Reino Unido.
Mientras la Unión Europea vuelve a ponerse de perfil, los países anglosajones adoptan una postura más crítica con China tras la quiebra de confianza que ha supuesto la pandemia del coronavirus y, ahora, esta nueva ley sobre Hong Kong.
Al enfrentamiento que Pekín ya tenía con Canadá por el arresto de Meng Wanzhou, la heredera de Huawei, se suman las crisis abiertas con Australia y Estados Unidos de América por reclamar una investigación internacional sobre el coronavirus.
Al igual que Johnson, Donald Trump podría abrir la puerta a los exiliados hongkoneses, tal y como avanzó esta semana su secretario de Estado, Mike Pompeo.
Preocupación por la nueva ley
En las gestorías y agencias inmobiliarias de Hong Kong, según informa el periódico Ming Pao, se han disparado las consultas sobre emigración y compra de propiedades en el extranjero. De las ocho consultas diarias que había antes se ha pasado a 80, buena prueba de la preocupación que despierta la nueva ley de China.
Hasta ahora, la añoranza de la época colonial solo la manifestaban un puñado de nostálgicos que, como Alice Lai o la “abuela” Alexandra Wong, ondeaban la Union Jack (bandera del Reino Unido) en las manifestaciones y aniversarios de la devolución.
Pero el deterioro de la situación política y el estallido de la violencia contra el autoritarismo de Pekín hacen temer que los días del Hong Kong libre estén contados. Como en 1997, flota en el aire la sensación del fin de una era.
Parece que la globalización ha saltado por los aires por el coronavirus y volvemos a un mundo bipolar con una China cada vez más cerrada.
(Con información de ABC)