Los países no tienen amigos permanentes, sino intereses permanentes", dice Disraeli, en una sentencia decimonónica de pasmosa vigencia para la diplomacia moderna. La actual crisis del Mercosur es un buen ejemplo de ello. Si bien en pleno desenlace, algunas enseñanzas como esta ya se pueden extraer del atolladero sin precedentes en que se ha adentrado el bloque regional sobre su presidencia pro témpore.
Todo empezó a mediados de 2012, cuando Brasil y Argentina , entonces gobernados por Dilma Rousseff y Cristina Kirchner, presionaron a Uruguay para suspender a Paraguay del Mercosur, y de ese modo hacer entrar a Venezuela por la vía rápida. En un principio, el gobierno de José Mujica ?poco convencido de que la reciente destitución parlamentaria del presidente paraguayo Fernando Lugo configurara una violación del Protocolo de Ushuaia? resistió los embates de los dos grandes; pero finalmente cedió. Episodio que quedó cifrado en la tarjeta de memoria de los uruguayos con la famosa frase "lo político está por encima de jurídico".
Ahora, como en una versión fallida de la teoría del eterno retorno de Nietzsche, la historia se repite pero al revés. Paraguay se opone al traspaso de la presidencia temporal del bloque a Venezuela, Argentina y Brasil acompañan, y Uruguay ?entonces en ejercicio de la presidencia? otra vez queda en el medio.
El gobierno uruguayo se niega al pedido de los otros tres socios fundadores de suspender la transferencia del mando al gobierno de Nicolás Maduro, alegando esta vez ?y alegando bien? que "lo jurídico está por encima de lo político".
A nadie escapa la situación de Venezuela, su consabida crisis humanitaria , las violaciones a los derechos humanos, los presos políticos y su preocupante deterioro institucional. Cabría, desde luego, aplicarle la cláusula democrática del Protocolo de Ushuaia, y esta vez por las buenas razones. Pero los gobiernos de Brasil y Argentina no era eso lo que proponían, sino que Uruguay lo hiciera; y que lo hiciera de un modo bastante chapucero: salteándose el Tratado de Asunción y no entregando la conducción del bloque a Maduro. Lo que demuestra que si los gobiernos de Dilma y Cristina tenían poco apego por las normas y los tratados regionales, los actuales de Michel Temer y Mauricio Macri lo tienen en igual medida. Y esa no es forma de conducirse en relaciones internacionales.
Con Información de: El Observador