Las iglesias brasileñas están en la primera línea de la batalla entre los gobernadores estatales, quienes han decretado cuarentenas para contener la expansión del nuevo coronavirus, y el presidente, Jair Bolsonaro, que está socavando activamente estas medidas y afirma que un confinamiento general acabará destruyendo la economía del país.
El Político
"Un confinamiento al estilo de los decretados en Europa no puede replicarse en Brasil, donde millones de personas sobreviven gracias a la economía informal y para quienes un día sin trabajar significa un día sin comer.", expresa el pastor Silas Malafaia quien ofreció un sermón durante una misa emitida en directo a través de las redes sociales, en una vacía Asamblea de Dios Victoria en Cristo a causa de las restricciones para evitar las aglomeraciones por el coronavirus, en Río de Janeiro, Brasil, el 29 de marzo de 2020.
Bolsonaro, un católico conservador que se casó con una evangélica en una ceremonia oficiada por Malafaia, se ha centrado en la necesidad de reabrir las iglesias. “Dios es brasileño”, dijo a la gente el domingo, según reportó el diario O Globo.
Como cada domingo, el pastor brasileño Silas Malafaia subió al escenario de su templo pentecostal en un vecindario de clase media de Río de Janeiro. Pero esta semana, llevaba camiseta en lugar de chaqueta y, detrás de las tres cámaras que emiten a su legión de seguidores en YouTube, había miles de sillas vacías.
Los evangelistas, que tienen un fuerte peso político en el país, ayudaron al presidente de ultraderecha a llegar al poder en las elecciones de 2018 y Bolsonaro les está haciendo saber que no les olvida, según analistas políticos.
Los pastores más influyentes respaldan la postura radical del mandatario sobre la pandemia y respetan a regañadientes las órdenes de los gobernadores, bien cancelando sus servicios u ofreciéndolos por internet. Pero hay indicios de que algunas iglesias están desobedeciendo estos mandatos.
“Pregunto, ¿qué es peor: El coronavirus o el caos social?”, dijo Malafaia, uno de los pastores más destacados del país y líder de la Asamblea de Dios Victoria en Cristo, a The Associated Press. “Puedo garantizarles que la convulsión social es peor”.
Esta opinión refleja el argumento de Bolsonaro, que ha instado a los gobernadores a abandonar el confinamiento y comparó el COVID-19, la enfermedad provocada por el coronavirus, con una “pequeña gripe” que amenaza principalmente a ancianos y a gente con enfermedades previas. El domingo, salió a la calle sin guantes ni mascarilla y participó en múltiples actos desafiando las recomendaciones de su propio Ministerio de Salud.
Bolsonaro, un católico conservador que se casó con una evangélica en una ceremonia oficiada por Malafaia, se ha centrado en la necesidad de reabrir las iglesias. “Dios es brasileño”, dijo a la gente el domingo, según reportó el diario O Globo.
Algunas organizaciones religiosas, como la Conferencia Episcopal de Brasil, celebraron las medidas adoptadas en Río y Sao Paulo, donde todos los negocios no esenciales cerraron sus puertas. El papa Francisco, por su parte, advirtió en una carta de la cual se publicaron extractos el lunes, de un “genocidio viral” si las naciones priorizan la economía sobre las personas.
Por el contrario, Malafaia y otros líderes evangelistas del país mostraron su indignación por las decisiones de los gobernadores, advirtiendo que solo cooperarían bajo orden judicial.
“Los medios dice que miles y miles de personas van a morir”, dijo Malafaia en la entrevista. “Quiero rechazar todas estas predicciones catastróficas”.
Para Jair Bolsonaro el culto es “un servicio esencial”. Lo puso a la altura del papel que cumplen los centros de salud mediante un decreto que no necesitó la aprobación del Congreso. Es coherente con las arengas que da para que los brasileños salgan a las calles. Pero muchas iglesias evangélicas, aún abiertas, empiezan a estar vacias o son menos concurridas. Otras comienzan a cerrar sus puertas. La gente ya no va en masa a rezar en ellas por temor a contagiarse el coronavirus. Apenas los más fanáticos.
Al presidente ni siquiera le hacen caso sus mentores espirituales como el pastor Silas Malafaia, el mismo que acuñó la frase que utilizó el extraviado militar para firmar su medida de excepción.
El líder evangélico había dicho: “La iglesia es una agencia de salud emocional, tan importante como los hospitales” aunque después suspendió las misas y solo dejó que su feligresía accediera a los templos. Los servicios religiosos tampoco se brindan en las catedrales o capillas católicas de modo presencial.
Al sacerdote Reginaldo Manzotti de Curitiba se le ocurrió pedirle fotografías a los feligreses y ya recibió más de 170 mil. Las coloca sobre los asientos de su parroquia Nuestra Señora de Guadalupe y da su sermón así.
En las redes sociales, algunos pastores restaron importancia a los riesgos que supone el COVID-19 para la salud , afirmando que no se pude contraer el virus en la casa de Dios, pero sí en el hogar si no se acude a misa.
Entre el 16 y el 25 de marzo, la fiscalía de Río recibió docenas de quejas de ciudadanos que dijeron haber visto a iglesias recibiendo a sus fieles a pesar de la cuarentena. Las autoridades están revisando las denuncias y podrían presentar demandas civiles.
“Mi madre tiene 74 años y la presión alta y va casi todos los días a la iglesia, que anima incluso a las personas de riesgo”, señaló una de las quejas revisadas por la AP.
Pero el virus es real, y no perdona a las comunidades religiosas. El líder de una iglesia de Corea del Sur, que cuenta con 200.000 miembros, hizo una reverencia en señal de disculpa tras haber sido acusado de un brote de infecciones. En Francia, medios locales reportaron que un acto evangelista masivo en Mulhouse transformó las inmediaciones en el mayor foco de casos del país. En el estado de Washington, en Estados Unidos, el ensayo de un coro presbiteriano al que acudieron 60 personas, todas sin síntomas visibles, derivó, al parecer, en 45 contagios y dos decesos, según informó el domingo Los Angeles Times.
En la mayoría de los pacientes, el nuevo coronavirus causa síntomas leves o moderados, como fiebre y tos, que se van en unas dos o tres semanas. Pero en otros, especialmente en los grupos de riesgo, puede provocar en enfermedades más graves, incluyendo neumonía, o incluso la muerte.
Hasta el lunes por la tarde, Brasil tenía 4.579 positivos confirmados y 159 fallecidos.
El pasado jueves, Bolsonaro aprobó un decreto que incluía a las actividades religiosas en la lista de “servicios esenciales”, lo que suponía que los templos podían seguir abiertos a pesar de que se pidió a la población que se quede en casa. El decreto fue anulado al día siguiente por un tribunal federal. El domingo, en la calle, el dirigente volvió a defender que la gente regrese al trabajo.
“Abran las iglesias, por favor, las necesitamos”, imploró repetidamente una mujer en uno de los videos que publicó en redes sociales. Bolsonaro respondió con un mensaje tranquilizador.
Los analistas dicen que Bolsonaro se está dirigiendo a su base electoral. Brasil tiene la mayor población católica del mundo, unos 123 millones de personas según su último censo, de 2010. Pero los evangelistas son una fuerza en alza, con 42 millones de fieles, alrededor del 20% de los brasileños.
“Ningún partido político en Brasil logra reunir a tanta gente, en tantos lugares y tantas veces por semana como las iglesias”, apuntó Carlos Melo, profesor de ciencias políticas en la Universidad Insper de Sao Paulo. “Y la gente tiende a seguir las instrucciones de los pastores”.
El crecimiento es especialmente rápido entre los pentecostales, y Brasil ha superado a Estados Unidos en número de fieles, afirmó Andrew Chesnut, profesor de estudios religiosos en la Universidad de Virginia Commonwealth.
Los pastores “dicen que el coronavirus es solo una prueba enviada por Satanás y que necesitamos juntarnos y rezar y que seremos capaz de repelerlo”, agregó Chesnut. “Son específicamente los evangelistas los que están contra la ciencia, y en Estados Unidos ocurre lo mismo. Siempre ha sido así. Es un regreso a una interpretación literal y fundamentalista de la Biblia”.
El gobernador de Río amplió las medidas de cuarentena por otros 15 días. Por ello, Malafaia terminó su servicio informando a la congregación de que el templo seguiría cerrado el domingo siguiente.
“Señor, ten piedad de nuestro país. Señor, ilumina a nuestras autoridades, guíalas para hacer lo correcto”, dijo. “Esto es por lo que estoy rezando y lo que estoy pidiendo”.
Levantó la mano, ofreció su bendición como si el templo estuviese lleno como de costumbre, pero no recibió entusiastas “aleluyas” a cambio. El silencio era tal que podía escucharse claramente el ruido que hacía el micrófono al colocarlo sobre su atril .
"Dios nos pesque confesados"
Con información de Página 12 y AP