La cubanoamericana, nacida y criada en Miami, y ahora la cara latina de la derecha antiinmigrante en la Florida, ha olvidado la orgullosa historia bipartidista y pro-inmigrante de los hispanos que la precedieron en el gobierno estatal.
El Político
Ellos trabajaron en nombre de la comunidad hispana, no en su contra.
No acomodaron la plataforma política racista de los nacionalistas blancos para que fuera más aceptable para los votantes hispanos; más bien lucharon por brindar oportunidades y celebrar el patrimonio, el multiculturalismo y la inclusión.
Por supuesto, siempre ha habido un feo manto de racismo en sectores de la comunidad cubana y una cepa de arrogancia y sentido de superioridad con respecto a otros grupos, una combinación perfecta con la ingeniería social que se propone hacer Trump.
Pero, en su mayor parte, los cubanoamericanos republicanos y demócratas que llegaron al poder político y se dedicaron al activismo cívico décadas antes de que Núñez entrara en escena, no se colocaron en el mismo escenario que los nacionalistas blancos que vomitan la retórica del odio de la “invasión” utilizada por Trump y por el asesino que mató a los latinos en El Paso.
Su reciente presencia, compartiendo la cartelera en un evento republicano con un representante de la mal llamada FAIR (Federación Estadounidense para la Reforma de Inmigración), una organización que promete “derrotar la anarquía de la inmigración” en la Florida, es incalificable.
A FAIR se le califica como un “grupo de odio” por parte del Southern Poverty Law Center porque sus líderes tienen “lazos con los supremacistas y eugenistas blancos y han hecho muchas declaraciones racistas”.
Esta misma organización ayudó a redactar el proyecto de ley que prohíbe las ciudades santuario, aprobado por la Legislatura de Florida dominada por los republicanos y promulgado por el jefe de Núñez, el gobernador Ron DeSantis.
Fuente: El Nuevo Herald