La canciller alemana, Angela Merkel, entonó el mea culpa tras los golpes sufridos en las urnas por sus filas conservadoras, aunque sin desviarse de su línea en la política de refugiados, motor del voto de protesta que recluta la derecha radical.
La frase de "lo lograremos" pronunciada hace un año, cuando Alemania abrió las fronteras a los refugiados, era sobre todo la expresión de una "postura personal y un objetivo", pero fue entendida "por más de uno como una provocación", admitió Merkel ante los medios en Berlín.
No era esa su intención, prosiguió la canciller, para quien, de tanto reiterarlo, el pronunciamiento había derivado en una fórmula "vacía de contenido".
"Si pudiera, haría retroceder el tiempo muchos años, para prepararme y preparar mejor a todo el Gobierno ante una responsabilidad como la que nos encontramos en 2015, ante la que no estábamos preparados", prosiguió la líder de la Unión Cristianodemócrata (CDU).
En la derrota de ayer en los comicios regionales de la ciudad-estado de Berlín, como en la sufrida por sus filas 15 días atrás, en el "Land" de Mecklenburgo Antepomerania, hubo "componentes regionales", dijo, pero ello no la exime de su responsabilidad como líder del partido.
Hubo problemas "de comunicación", por no haber sabido transmitir al ciudadano el alcance del gran desafío y de los esfuerzos que, durante años, exigirá la acogida y la integración de esas personas.
"No volverá a darse una situación como la de 2015″, prometió en alusión tanto a los 1,1 millones de solicitantes de asilo que recibió Alemania ese año como a esa falta de preparación a la que había aludido.
Merkel reconoció que no puede haber una "solución rápida" a la crisis migratoria, porque Alemania no ha sido precisamente, durante años, el "campeón del mundo" en una cuestión básica como es la integración.
La CDU ha cosechado en 15 días "resultados muy amargos", resumió en referencia tanto a Mecklenburgo-Antepomerania, donde su partido se vio superado en votos por la derecha radical de Alternativa para Alemania (AfD), como a Berlín, donde ayer obtuvo un mínimo histórico del 17,6 %.
En el primero de esos comicios sufrió el golpe de verse humillada por la ultraderecha y en la capital quedó apeada de la condición de socio menor en la alianza de Gobierno que formaba con el Partido Socialdemócrata (SPD).
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Los partidos de la gran coalición alemana agudizaron su desgaste -el SPD se defendió como primera fuerza con un 21,6 %, pero perdió casi siete puntos respecto a 2011-, mientras que la AfD se alzó con un 14,2 % y entró en su décima cámara regional, del total de 16 "Länder" del país.
La líder de AfD, Frauke Petry, se presentó hoy de nuevo exultante y augurando un "muy buen resultado" en las elecciones generales previstas para exactamente dentro de un año, a finales de septiembre de 2017.
Su formación claramente no es un "fenómeno regional", sino que desde su fundación hace tres años se ha consolidado como fuerza emergente en todo el país. Tras haber quedado sin escaños en las generales de 2013, ahora se le pronostican porcentajes parecidos o superiores a los logrados ayer en Berlín.
Merkel optó por encajar como propia la derrota, pese a que, dentro y fuera del partido se atribuye el revés histórico a su candidato berlinés, Frank Henkel, representante del ala más derechista de la CDU y alejado de la línea de su líder.
Siguió sin aclarar si optará a su reelección en 2017, cuestión que depende en parte de que consiga al menos reducir el abismo persistente con su hermanada Unión Socialcristiana de Baviera (CSU), que amenaza con no respaldarla, en caso de presentarse.
La autocrítica de hoy, y el distanciamiento del mantra que la persigue -"lo lograremos"-, podría ser una manera de Merkel de empezar a limar asperezas con los bávaros.
Entre tanto, en lo que concierne al futuro gobierno de la ciudad-estado, La Izquierda y Los Verdes se presentaban como virtuales nuevos socios de coalición en tripartito del SPD.
Todo apunta a que Berlín, tras una legislatura de gran coalición, volverá a un gobierno "rojo" similar a los mantenidos entre 2001 y 2011, cuando los socialdemócratas gobernaron sucesivamente con los Verdes o con la izquierda postcomunista.
Con información de EFE