Desde hace algunos años se está viendo un revés interesante como necesario en la política de la región.
Una generación con una visión diferente se abre paso cambiando la forma de hacer y ver la política.
Se hacen debates intelectuales, las conversaciones suben de nivel, así mismo comienzan a darse a conocer académicos y sus propuestas literarias en la región. Esto impulsado desde la juventud, una buena señal sin duda alguna.
De forma silente en especial la intelectualidad conservadora Latinoamericana, comienza a salir del cascarón y a conquistar espacios en la política.
A la par, mujeres de manera firme han ido conquistando a pulso, espacios en todos los niveles, esas que no son feministas ni aceptan las cuotas de género, toda una oda al abuso y a la mediocridad. De no poder votar, en 200 años hoy presidimos países. Si eso no es progreso, entonces no sé qué pueda serlo.
Los foros políticos y eventos similares, cada día son más comunes y frecuentes, incluso adaptados a las lejanías de sus participantes, estrechando considerables distancias geográficas gracias al Internet. Todo evoluciona y para bien.
Poco a poco se construye una política más seria y estructurada, lejos de ese populismo tan dañino y tercermundista con el que muchos crecimos.
La ciudadanía no se queda atrás. Aunque queda un vestigio importante de esa política con un profundo culto a la personalidad, chabacana y hecha desde un formato propio de mentecatos, en los procesos electorales que hemos tenido en la región en los recientes años, en las redes sociales ese termómetro directo de lo qué piensa y siente la ciudadanía, se puede percibir como se procura la excelencia, la preparación académica, entre otras cualidades necesarias para ser administradores de un país, estado, alcaldía o lo que aplique.
Por desgracia, no todo es color de rosa. Esos políticos mediocres y populistas aún pululan entre nosotros, con su cuota despreciable de besos a ancianos y bebés cargados campaña tras campaña, como quien ofreciera a través de esta manipulación burda una garantía a que esto les hará grandes administradores. Y la historia latinoamericana lo demuestra, nada más lejos de la verdad.
Los políticos latinoamericanos que pretendan hacer vida en la región se enfrentan a muchos y grandes retos.
No solamente batallar el cáncer que representa el Foro de Sao Paulo, ahora conocido como Grupo de Puebla, esto va más allá.
Se enfrentan al reto que representa la profesionalización de la política, que va en franco ascenso y fortalecimiento.
Desde agencias de comunicación política, estrategas y un mar de herramientas como especialistas, han ido naciendo y estableciéndose un sinfín de propuestas que han elevado no solamente el discurso sino creado y fortalecido la estructura y formas en que se hace política en la región.
Esa política que algunos insisten en ejercer, ya no se corresponde con la ciudadanía actual, es una política de antaño, retrógrada, profundamente dañina y para nada inteligente.
Gracias a esta evolución, sumado a la lucha por la libertad que se vive en nuestros países, el mundo ha comenzado a vernos. A la par se han dado eventos históricos como el que Tucker Carlson, mi ex compañero en Fox News en dos oportunidades haya viajado para darle voz a quienes están siendo y haciendo política. Gracias a ese viaje a España para cubrir el caos que aún tiene lugar en el país, así como la entrevista que hiciera al presidente electo de Argentina, el mundo tímidamente nos comienza a ver bajo otra mirada, otro lente.
El adecentamiento de Latinoamérica, tiene que empezar por la política sin duda alguna, puesto que ésta ha sido el gran canal y motivación última para todas las gestas tras sus actores. La génesis de la destrucción de la región está aquí. Básicamente lo que nos circunscribe a este punto, donde se intenta enderezar y enmendar las cosas que quienes nos precedieron hicieron mal.
Podemos y tenemos que hacer las cosas mejor, los tiempos lo exigen, para que se logre esa política de altura, esa que nos merecemos.
¡Hasta la próxima!