“El desplazamiento de refugiados en Centroamérica está desbordado”, afirmó Francesca Fontanini, representante de la Oficial Regional de Información Pública del ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) en entrevista exclusiva para Diario Las América.
Fontanini cita una cifra impresionante: “La tasa de refugiados se ha incrementado, en los últimos dos años en esa región, 164 por ciento”.
La oficina de ACNUR para América Latina solía estar en Bogotá, Colombia, pero ahora se encuentra en Ciudad de México, capital de un país que, según Fontanini, “se ha convertido en un lugar de asilo y no de tránsito. Igual sucede con Panamá, Costa Rica y Nicaragua”.
Mientras tanto, Estados Unidos continúa ostentando la mayor cantidad de peticiones de asilo, pero hay que entender que la nación estadounidense ya no es el destino final de muchos refugiados, que huyen sobre todo de Honduras y El Salvador.
En estos momentos, en la zona centroamericana hay una alta concentración de menores que no están acompañados de mayores, así como un incremento del desplazamiento, en áreas como, por ejemplo, en San Pedro Sula y Tegucigalpa, que, en según el informe de ACNUR, son “dos de las ciudades más violentas del mundo fuera de zonas de conflicto”.
“En el último mes, los miembros de una comunidad informaron que, sólo en un barrio de Tegucigalpa, al menos 360 familias se han visto [en situación de desplazamiento forzado] en el interior del país”, señaló el reporte.
México, al igual que Estados Unidos, está deportando de manera masiva a quienes llegan a su territorio. Esos refugiados huyen, sobre todo, de la violencia de las pandillas o las llamadas agrupaciones maras. Por ejemplo, en Tapachula, al suroeste de Chiapas, limítrofe con Guatemala, ACNUR tiene un albergue sólo para mujeres con niños a cargo, que solicitan asilo.
“También hay un incremento significativo de refugiados de la comunidad LGTB. En esa misma ciudad el año pasado se recibieron 60 solicitudes de asilo. Este año, en los primeros cuatro meses, van 65 solicitudes. Huyen por el hostigamiento de pandillas en Honduras y El Salvador”, indicó la vocera de ACNUR.
El motor de la violencia
De acuerdo con Fontanini, el motor de la violencia en Centroamérica es una combinación de la acción criminal de las pandillas, la pobreza y también el desalojo de tierras.
En Honduras, la intimidación a los estudiantes en las escuelas, por parte de las maras, es tan insoportable que los padres de familia deben transferir a sus hijos a otras escuelas. Los mismos maestros, ante esta situación, pierden sus puestos de trabajo porque esas instituciones de educación dejan de ser lugares seguros.
Otro ingrediente son los llamados impuestos de guerra decretados por la delincuencia organizada. “Son cada vez más altos e insostenibles”, afirmó Fontanini.
De hecho, la gente no los puede pagar, es amenazada de muerte y deben huir. “Hay familias que se mudan hasta cinco veces, dentro de Honduras, pero terminan huyendo del país porque los barrios están interconectados y hay informantes de las pandillas”, añadió la alta funcionaria de ACNUR.
Este infierno extorsivo impacta a toda la familia. Por eso, ahora llegan a las oficinas de la ACNUR familias completas, “hemos entrevistado hasta 14 miembros de una misma familia”, relató Fontanini.
Pagar o no pagar el susodicho impuesto de guerra es igual de grave. Porque si los residentes cumplen con sus “obligaciones”, se incrementa el impuesto. La situación es tan dramática que ser chofer de autobús en esos lugares se ha convertido, según lo afirmó Fontanini, “en uno de los más peligrosos y amenazados”.
“Hay también un control de la vida diaria. Cómo te vistes, como te pintas el pelo. Ni rojo, ni rubio. Hay muchas reglas de hostigamiento. Sólo las novias de los pandilleros pueden utilizar prendas con estampados de animales, y sólo ellos pueden usar tenis [de determinadas marcas como] Nike. Si no obedeces, te conviertes en blanco de asesinato”, narró Alejandra Romo, quien trabaja con Fontanini en la oficina de comunicación de ACNUR.
El caso de Cuba
Los inmigrantes cubanos que, en diferentes momentos, han llegado a Panamá, Costa Rica o Colombia, no forma parte de las preocupaciones de ACNUR, porque no los consideran refugiados.
“Esa es una migración económica y tiene que ver más con la organización internacional de las migraciones”, acotó Fotanini, quien añadió que “nadie [de Cuba] ha pedido asilo con el problema de la frontera colombopanameña. Pero si los cubanos quieren, también pueden hacer la solicitud de asilo. Sin embargo, la mayoría pasa una semana en el país y después se va. No le interesa quedarse. Quiere irse al norte y no permanecer en Colombia o Centroamérica”.