Ni por tierra, ni por aire, viajar dentro de Venezuela es una odisea. No hay disponibilidad de vuelos en las aerolíneas. La opción barata solo en Venezuela. En cuanto a los autobuses, los boletos, según el destino, bordean los límites del salario mínimo. Entre viajar o comer, prefieren la segunda opción, aunque eso implique quedarse solos en Navidad. Emily Avendaño/El Estímulo
La Navidad ya no es tiempo de reencuentro. Al menos no si se es oriundo del interior del país y se trabaja en Caracas –o viceversa. La baja frecuencia de los vuelos nacionales, el elevado costo de los boletos –por tierra–, la dificultad para encontrar vuelos y los autobuses con escaso mantenimiento hace que el abrazo de Noche Buena esté en suspenso, que probar las hallacas con la sazón materna sea una probabilidad incierta y que lo más seguro sea pasar unas tristes y solitarias “festividades”.
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Yurian Blanco se resignó. Es de Amazonas, pero de sus 24 años de edad lleva 7 viviendo sola en Caracas. Vino a estudiar en la Universidad Central de Venezuela, se graduó, encontró trabajo y se quedó. La última vez que durmió en la casa materna fue en diciembre del año pasado. Va sumando meses a la cuenta, pues sabe que este mes no podrá hacerlo. A Puerto Ayacucho sale un solo vuelo por semana.
¿Y por carretera? “Son más de ocho horas de camino, y pueden ser muchas más si el bus se accidenta. Antes había dos líneas que iban para Amazonas. Una que estaba en La Paz y cerró y queda nada más la de La Bandera”. Pero hallar un pasaje allí implica mucho más que la ayuda del Niño Jesús. Hay que llegar de madrugada porque no venden los boletos con anticipación. “La carretera es horrible y llena de huecos. Una vez nos quedamos accidentados a las tres de la madrugada en el medio de la nada, no tienen aire acondicionado. Es igual que ir en un autobús de Plaza Venezuela-La Urbina. Y no aplican los descuentos que corresponden por ser estudiantes, menores de edad o personas de la tercera edad”.
Blanco recuerda que una vez tuvo que viajar en una de esas unidades sentada en un asiento cuyo respaldar estaba amarrado al techo con un mecate para que no le cayera encima al pasajero de atrás. En otra oportunidad se quedaron accidentados en Apure y allí tuvieron que pagar un pasaje completo hasta Amazonas, pues la compañía de transporte no respondió, en efectivo además. Cada una de esas “anécdotas” hizo que para ella viajar por tierra no sea una opción.
El boleto en Conviasa, si lo consigue, le costará 140.000 bolívares, nada más la ida –el salario mínimo son Bs 177.507. “Los pasajes de regreso están bloqueados hasta el 3 de enero porque en enero aumentan de precio. No hay manera de encontrarlos por Internet, ni llamando. Hay que ir directo a la oficina de Conviasa y perder más de medio día a ver si se tiene la suerte de encontrar un boleto”.
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Ese único avión sale de Caracas los jueves al mediodía, llega a la 1:00 pm a Puerto Ayacucho y hace el viaje de regreso a la 1:30 pm. Si el vuelo es sobrevendido, el usuario que no se pudo montar, aunque tenga el ticket en la mano, deberá esperar una semana a ver si, con suerte, logra abordar el próximo avión. La internacionalista recuerda que hubo una época en que eran tres vuelos semanales: lunes, miércoles y sábados. “Conviasa no sirve”, resume.
Amazonas no es el único destino peliagudo. Llegar a Maracaibo, la segunda ciudad en importancia de Venezuela, esboza un panorama similar. Fernando García no sabe si podrá ver a su padre esta Navidad. El papá vive en Maracaibo, él en Caracas. Su mamá falleció y su hermano se fue del país este año. “De mi núcleo más cercano no tendré a nadie si me quedo en Caracas”. La capital nunca lució tan mal como en este diciembre.
Fernando es un chef de 32 años. Viaja al Zulia cada tres o cuatro meses. Tiene 120 días que no va, y ya la vez anterior fue un suplicio: “Es complicado, hay muchos menos vuelos. Si logro ir es porque un primo me está ayudando y tendría que salir por Valencia, después del 26 de diciembre”.