Son dos toletes: los del chavismo “originario” y los que están plegados a Nicolás Maduro. Los descontentos cada día son más, y quienes se anotan en el madurismo, cada día son menos y se quedan sin argumentos. Al presidente le llueven las críticas. El salario mínimo decretado puede parecer estrambótico. Y algunos hasta se atreven a decir que podría amortiguar la hiperinflación por al menos unos días. Pero la verdad habla de otra cosa: que el nuevo salario mínimo ya fue pulverizado y en Gaceta Oficial.
El Cooperante
Y este texto que citaremos, pertenece a un chavista. De los militantes. De los que escriben en Aporrea, un portal que no puede ser tildado de pertenecer a la oposición. Allí, donde escribe el purgado Rafael Ramírez, escribió Javier Antonio Vivas Santana lo que sigue:
Si antes la hiperinflación era producto de la “guerra económica” como parte del discurso madurista sobre el cual el madurismo justificaba los incrementos diarios de precios, pues ahora que los venezolanos conozcan la lista de “precios acordados”, es casi seguro que Maduro y sus panegíricos terminarán diciendo, que fueron “infiltrados” del portal Dólar Today, los responsables de haber publicado semejantes listas en contra del “pueblo”.
Y después da el puntillazo con dos párrafos contundentes:
Así al ver los valores en bolívares “soberanos” publicados por el madurismo en Gaceta Oficial – Nº 6.401 – en relación con productos de limpieza y aseo personal tenemos: Bs. 24 por un jabón de tocador (80 gramos), Bs. 150 por un desodorante (90 gramos), Bs. 51 Crema dental (50 mililitros): Bs. 91 papel higiénico (4 rollos), Bs. 50 toallas sanitarias (8 unidades), Bs. 48 cloro (1 litro), Bs. 360 detergente en polvo (1 kilo) y Bs. 145 un jabón de panela (250 gramos), los cuales son precios que también demuestran la realidad hiperinflacionaria que sufrimos los venezolanos, y que los costos monetarios de esos productos, sin incluir los que han tenido en los últimos días los alimentos, y pagos que debemos realizar por los pésimos servicios que recibimos como agua, gas, electricidad y transporte público – que por cierto también se acordó en su tarifa mínima en Bs. 1 “soberano” – han dejado muerto el cacareado aumento del salario mínimo hasta Bs. 1.800 – 180 millones de los asesinados bolívares “fuertes” – que entrará en vigencia este mes de septiembre.
Los precios “acordados” sobre los productos de limpieza y aseo personal, si los colocamos en el contexto de una familia de cuatro miembros, y asumimos que todos esos integrantes apenas consumirán uno de esos productos – incluyendo desodorante – totalizarían un monto de Bs. 919. O sea, más del 50% del salario mínimo mensual, y más del 100% de una quincena para la mayoría de los trabajadores se gastarían en los mencionados artículos, sin que allí se encuentren otros productos esenciales para la higiene de las personas como champú, enjuague bucal, afeitadoras o talco. Verbigracia, al pueblo no le quedaría ni cómo pagar el nuevo valor de las cajas Clap, ahora fijadas en Bs. 150 y las cestas en Bs. 180, sin incluir, otros incrementos que afectan a esos alimentos por efecto del traslado hasta las ciudades y pueblos.
Y es que la hiperinflación no se detendrá. Mucho menos si el Gobierno decreta aumentos siderales de salario mínimo sin contrapartida en la oferta de bienes. Demasiados bolívares persiguiendo lo poco que queda en los anaqueles. A este ritmo -escribíamos este sábado en El Cooperante- el efecto de la reconversión será destruido en menos de un año, por lo que se necesitará proceder con más supresión de ceros.
El economista Asdrúbal Oliveros, director de la firma Ecoanalítica, revelò este sábado que en el mes de agosto la variación de precios alcanzó 200%. En su cuenta Twitter, escribió que “el ciclo hiperinflación venezolano escala un nuevo nivel, de mayor deterioro y mayor inestabilidad social, económica y política”.
En 2008, el entonces presidente Hugo Chávez promulgó una reconversión monetaria, prometiendo “una moneda fuerte y un país fuerte”, en alusión al nombre del bolívar acuñado.
Venezuela padece de una aguda depresión económica que arriba a cuatro años, con déficit fiscal estimado entre 12 y 20 puntos del PIB, escasez de alimentos y medicinas, un clima social altamente inestable, y el declive de la producción de petróleo, fuente que provee el 96% de las divisas que ingresan al país.
Fuente: El Cooperante