El aumento en la utilización de componentes chinos en vehículos eléctricos está generando preocupación en Estados Unidos y Europa, que temen que estos elementos puedan ser empleados para espionaje o incluso para controlar automóviles de manera remota.
La tecnología avanzada que hace a estos vehículos más inteligentes y conectados también los vuelve más susceptibles a manipulaciones, no solo por parte de hackers, sino también por gobiernos hostiles.
Hace ocho años, una demostración de la empresa china Tencent evidenció lo sencillo que era hackear un Tesla Model S a través de una conexión inalámbrica.
Los investigadores lograron desbloquear puertas, abrir el maletero y, lo más alarmante, activar los frenos de un vehículo a 19 kilómetros de distancia.
Aunque Tesla corrigió rápidamente la vulnerabilidad, el incidente encendió las alarmas sobre la posibilidad de ciberataques a los automóviles del futuro.
Este evento, junto con el avance tecnológico en la industria automotriz, ha creado un clima de desconfianza.
La preocupación no solo radica en que hackers puedan tomar control de los vehículos, sino también en que gobiernos como el chino puedan hacerlo.
La administración Biden ha expresado estas inquietudes de forma contundente.
Recientemente, el gobierno estadounidense anunció su intención de prohibir componentes chinos en vehículos eléctricos y futuros automóviles autónomos, advirtiendo sobre el riesgo de un “acceso malicioso” que permitiría a adversarios manipular vehículos en las carreteras estadounidenses.
¿Qué está pasando?
La secretaria de Comercio, Gina Raimondo, advirtió que los vehículos conectados, equipados con cámaras, micrófonos y sistemas GPS, podrían convertirse en herramientas de espionaje si caen en manos equivocadas.
En respuesta a estas preocupaciones, Washington está preparando una prohibición para piezas con “nexos suficientes” con China, argumentando que podrían ser manipuladas remotamente por enemigos del país.
Esta medida se da en un contexto de tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, que busca aumentar su influencia en el mercado global de vehículos eléctricos.
Empresas chinas como Quectel, Fibocom y Sunsea son líderes en la producción de módulos de conectividad utilizados en automóviles, permitiendo la transmisión de datos de ubicación y conexión a Internet.
La prohibición estadounidense busca limitar la dependencia de estos componentes; sin embargo, se anticipa que las restricciones más severas no se implementen hasta 2029.
Respuestas y posición a futuro
El Ministerio de Asuntos Exteriores chino calificó esta decisión como “discriminatoria”, argumentando que es una táctica para restringir el acceso de los autos chinos al mercado estadounidense. No obstante, expertos en seguridad consideran que las preocupaciones son legítimas.
Aunque hasta ahora no hay evidencia concluyente de que Beijing esté utilizando automóviles como herramientas de espionaje, la creciente tensión geopolítica ha puesto a China bajo un intenso escrutinio.
James Lewis, experto en ciberseguridad, destacó que la inquietud en EE.UU aumentó tras descubrirse que un grupo de hackers chinos había logrado infiltrarse en infraestructuras críticas del país.
Para muchos, esto es suficiente motivo para temer que, en un escenario conflictivo, China podría manipular remotamente vehículos en Occidente.
“El descubrimiento de que los chinos habían atacado infraestructuras críticas y habían instalado software malicioso fue lo que motivó todo esto”, afirmó Lewis. “Si están dispuestos a hacer eso, ¿qué más podrían hacer?”.
Reino Unido adoptó una postura más relajada comparada con E.E.UU. y la Unión Europea, eventualmente alineará sus medidas con las de sus socios occidentales.
El futuro de los vehículos eléctricos y especialmente aquellos dependientes de la conectividad parece estar en el centro de una disputa geopolítica y comercial amplia.
En un mundo cada vez más interconectado, la ciberseguridad y la soberanía tecnológica se están convirtiendo en temas cruciales para los gobiernos occidentales.