El presidente Tabaré Vázquez inició su primer mandato casi con el comienzo de la recuperación económica del país, y comenzó su segunda administración con el fin de esa bonanza y el advenimiento de un tiempo de crisis. Antes, con las arcas llenas, y ahora, con las arcas flacas, Vázquez depositó la gestión económica en Danilo Astori . Más aún, en plena campaña anunció que Astori sería su ministro de Economía como una carta para ganar.
En medio de las dos administraciones de Vázquez, y siendo vicepresidente, Astori recibió del presidente José Mujica casi todo su apoyo, por no decir todo, para que los hombres del astorismo condujeran los destinos económicos del país.
Es correcto con estos antecedentes decir que Astori no solo fue fundamental para el triunfo de la izquierda sino que también lo fue para mantener la confianza en un partido que nunca había gobernado.
Pero Astori, que ha demostrado ser un sólido gobernante con ribetes de estadista, también se ha revelado como un político errático. Y un político errático conduciendo la economía del país cuando la economía se viene abajo, es un riesgo, quizás no tanto para la economía, pero sí para las aspiraciones políticas del partido al que representa.
En una entrevista publicada en el semanario Brecha, el politólogo e historiador Gerardo Caetano hizo notar que en estos momentos de congelamiento económico los debates en el seno del consejo de ministros parecen instancias que se cierran con la última palabra de Astori y que para algunos esto es presentado como una virtud.
"La mera discusión de la política económica del gobierno frenteamplista se ha convertido en un tabú", dijo Caetano y añadió que "estas cosas pasan porque hay un grupo con mucho poder que maneja la política económica, a menudo muy sordo a posturas diferentes y con el que se puede discutir cada vez menos. Y hay que recordar una vez más a (el líder histórico y fundador del Frente Amplio , Líber) Seregni, a 100 años de su nacimiento: "Es la política la que debe mandar a la economía".
Astori y algunos astoristas siguen mostrando públicamente ese talante de suficiencia que tantas antipatías le han hecho ganar entre los suyos, pero a la antipatía ahora se suma desconfianza, algo que antes, aún en la discrepancia, no ocurría.
La política debe mandar a la economía, decía Seregni, quien pudo comprobar en vida lo mal que Astori se maneja a veces en el terreno político. En 1994 Seregni le pidió casi que por favor a Astori que se mantuviera como independiente dentro del Frente Amplio y que aceptara la candidatura a la Intendencia de Montevideo que la coalición había aprobado.
Seregni pretendía que, al igual que Vázquez, de quien el veterano general estaba más distanciado, Astori pudiera, desde un cargo ejecutivo, generar adhesiones que le permitieran en algún momento competir con chances por la Presidencia. Astori primero rechazó la candidatura a la intendencia, luego perdió su condición de independiente al formar su grupo Asamblea Uruguay y posteriormente fue aplastado en una elección interna por Vázquez.
Astori ha tenido quizás la mala fortuna de que la mayoría de dirigentes de izquierda que estuvieron sospechados o se les comprobó la comisión de irregularidades salieran o pertenecieran a sus filas, y no siempre actuó con tino. Para muestra basta el apoyo que le dio hasta el final al exdirector de Casinos, Juan Carlos Bengoa, quien terminó preso por ilegalidades en la gestión pública. Con una fina habilidad política, Vázquez prefirió no meterse en ese asunto y le dijo a Astori que Bengoa pertenecía a Asamblea Uruguay, por lo que si quería apoyarlo que lo hiciera. Y Astori lo hizo.
Durante este gobierno, en una reunión generada por el caos administrativo y las pérdidas registradas en Ancap durante la gestión de Raúl Sendic, o sea, mientras la opinión pública ardía de indignación, Astori no tuvo mejor idea que proponer un aumento de los combustibles para tapar el agujero. El propio Vázquez tuvo que hacerle ver el dislate político que estaba proponiendo.
Las cosas no van bien para la economía, a juicio de algunos la política debería estar por sobre la economía, y quien maneja la economía es un político que, como lo señaló Caetano, escucha poco y en ocasiones luce errático. Parece un trabalenguas, pero en realidad es un potencial problema para el gobierno.
Con Información de: El Observador