I. La transición electoral está trancada en los Estados Unidos. Con 279 votos electorales según los resultados de juntas electorales de 45 estados, Joe Biden tiene -en las circunstancias actuales- la presidencia "proyectada". No obstante, se le nombra "electo" en medios muy visitados del país y ha recibido llamadas de líderes como Angela Merkel o Boris Johnson.
No obstante, el equipo del presidente Donald Trump está presentando denuncias en al menos siete estados (Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Pensilvania, Texas, y Wisconsin), algunas de las cuales han sido rechazadas y otras aceptadas. Hasta ahora, lo que se presenta al sistema judicial parece parte de un proceso estándar de demandas, aunque se den al más alto nivel ejecutivo del país. Se cumple el protocolo legal.
II. Por supuesto, esto está rodeado de muchas noticias falsas y desinformación en general. Un artículo de El Político desmonta varias de las fake news más notorias y recientes. Pero la desinformación que viene de republicanos y demócratas puede ser contenida por los medios mismos.
Lo que preocupa más es la reacción y comportamiento de la gente, de las audiencias, del público. El problema de la desinformación no está en el gobierno (que puede beneficiarse o perjudicarse), los laboratorios geopolíticos (que proveen buena parte del material) o las plataformas mismas (que le dan autopistas). Está en la gente, los ciudadanos, los usuarios.
Las redes son un caos porque no tenemos la disciplina de mantener una sociedad de información de vanguardia, una fuerza social que revierta la entropía, no la multiplique. Tener la razón es la motivación de la mayoría, por lo cual lo que ocurre es una guerra en bits.
Si lo cierto se opone a su argumento, el usuario promedio miente y con automanipulación se convence de algo incompleto o no verificado (y lo sabe). El ego despide al periodista y contrata al bully. Empieza la guerra.
El "defensor de la verdad" se transforma, paradójicamente, en un desinformador. Porque "la verdad" puede ser desde lo cierto hasta lo más grotescamente alejado de los hechos y, ahora, un arma, usualmente ideológica, que cada quien considera vital para su futuro. En ese momento la conversación muere y da paso a la confrontación o, más crudamente, a una guerra (creída ideológica) que se apalanca en información-como-arma. La tormenta perfecta.
Si los ciudadanos no nos autoregulamos, la desinformación nos mantendrá no solo aislados de otras regiones de la realidad social, sino emocionalmente excitados, agresivos y frustrados. Hagamos lo posible por buscar los hechos aunque contradigan nuestras convicciones. Si torcemos esos hechos, para ganar la guerra, al menos estemos claros de que es así. El autoengaño no ayuda ni a la sociedad ni al autoengañado.
III. Es una buena noticia que las cortes acepten y revisen lo que el equipo Trump les entrega. Que se dirima el asunto lo antes posible, que las cortes den su veredicto, se acepte por ambas partes y sigamos adelante. Se dice fácil, pero tomará días. Hasta la elección está en confinamiento.
Así que confiemos en el poder judicial de los Estados Unidos y que su dictamen sea definitivo y aceptado. Si todo se hace según la Constitución y las leyes, allí veremos la entereza y ética de quienes no salgan favorecidos. Pero es la voz de la máxima autoridad que hemos decidido obedecer.
FNN