El célebre politólogo Samuel Huntington describió los procesos de democratización como oleadas que han sacudido al mundo en varias ocasiones desde el siglo XIX. A finales de la centuria pasada, América Latina experimentó una de esas mareas. Por un tiempo pareció que solo Cuba seguiría siendo una dictadura.
Alejandro Armas/ El Político
Hoy el panorama es distinto. Dos democracias latinoamericanas, la venezolana y la nicaragüense, colapsaron del todo. En otros gobiernos, líderes con talante autoritario han llegado al poder y socavan la democracia, aunque todavía no hayan arrasado con ella.
En este año 2021, por cerrar, se vio una profundización de esas tendencias. A continuación, un breve repaso, Seguiremos una trayectoria de norte a sur.
México y Centroamérica
El novelista Mario Vargas Llosa se refirió a México como la "dictadura perfecta" durante la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI). El siglo XX comenzó con la llegada al poder de la oposición, primera vez en casi 100 años. Luego el PRI volvió con Enrique Peña Nieto y, desde entonces México ha experimentado un descenso lento pero sostenido en sus indicadores de democracia. La caída continuó con el ascenso de Andrés Manuel López Obrador. En 2013, México obtuvo un puntaje de 6,91 sobre 10,00 en el Índice de Democracia de The Economist. En 2020 solo logró 6,07 puntos. Está a punto de bajar de categoría, de "democracia con fallas" a "régimen híbrido". Este año no hubo señales de mejora, al insistir López Obrador en su discurso de desprecio a sus adversarios y, sobre todo, a la prensa independiente.
Mucho más grave es el caso de Nayib Bukele, Presidente de El Salvador. Ya el excéntrico y joven mandatario había logrado rehacer la cabeza del Poder Judicial a su medida, sacando a magistrados desfavorables. Luego, dicho Poder Judicial emitió un fallo para permitir la reelección presidencial inmediata, anteriormente prohibida por la Constitución salvadoreña. El director para el continente de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, comparó entonces a Bukele con el expresidente venezolano Hugo Chávez en su desmantelamiento de las instituciones republicanas. Hasta Washington, un aliado tradicional de El Salvador, ha reaccionado con alarma y sancionado a figuras del entorno de Bukele. El Presidente reaccionó tildando las medidas como "injerencia".
En Nicaragua, Daniel Ortega fue reelecto para un cuarto mandato consecutivo… Luego de que todos sus contrincantes importantes fueran encarcelados. Las elecciones fueron ampliamente denunciadas como un fraude descarado por las democracias del mundo. Pero Ortega desestimó las condenas y parece preparado para aislar aun más a su país.
El Caribe
El castrismo sigue siendo el castrismo aunque no haya ningún Castro a cargo del gobierno en Cuba Miguel Díaz-Canel dejó eso bien claro cuando ordenó reprimir brutalmente las mayores protestas vistas desde la Revolución Cubana. La represión dejó a varios muertos, muchos más heridos y miles de detenidos, incluyendo activistas, periodistas y artistas.
En cuanto a Haití, como ha ocurrido a lo largo de casi toda su historia, alterna entre dictaduras e inestabilidad política, combinando a veces las dos cosas. La crisis desatada por los intentos de Jovenel Moïse por prolongar su mandato terminó con su asesinato. A su vez, esto provocó más incertidumbre en un contexto de pobreza extrema.
Suramérica
El gran evento político del año en el único régimen plenamente autoritario de América del Sur, Venezuela, fueron las elecciones regionales y municipales del mes pasado. Acaso esperando que así se libraría de las sanciones internacionales, el chavismo simuló una reapertura electoral al invitar una misión de observación de la Unión Europea y omitir inhabilitaciones de disidentes consideradas arbitrarias. Mucho ruido y pocas nueces. Nicolás Maduro desechó las críticas de los observadores internacionales. El triunfo del candidato opositor en los comicios para la gobernación de uno de los estados fue anulado. Se ordenó repetir esas elecciones, con el ganador inhabilitado.
Mucho ojo con los Andes centrales. Perú eligió como Presidente a Pedro Castillo, un populista con simpatías nada disimuladas por la extrema izquierda. Como mandatario, su tono ha sido un tanto menos radical que durante su campaña. Pero las señales de alarma persisten. Por ejemplo, un proyecto de ley presentado por su partido y que ha sido denunciado por el Instituto Prensa y Sociedad como amenaza directa a la libertad de expresión, con la excusa de que los medios son un servicio público.
En Bolivia, el regreso del Movimiento al Socialismo desinfló cualquier esperanza de democratización. El expresidente Evo Morales tal vez perdió su liderazgo, pero su sucesor al frente del MAS y nuevo jefe de Estado, Luis Arce, no luce mucho mejor. El MAS ha estado más enfocado en vengarse de la oposición, luego de ser apartado temporalmente del poder, que en resolver los problemas del país. Para muestra el encarcelamiento de la mandataria provisional Jeanine Áñez. Sus crímenes son innegables, pero el MAS, empezando por Morales, tiene sus propios delitos que precipitaron la crisis política de 2019. En una transición negociada, las dos partes tienen que hacer sacrificios en términos de justicia. No es lo que ocurre en este caso.
Por último, Brasil. El gigante de Suramérica ha tenido una de las peores epidemias de covid-19 en todo el mundo. Su economía está en grandes aprietos. No sorprende que el índice de aprobación de Bolsonaro se haya desplomado. Su respuesta, de cara a una posible derrota en las elecciones del próximo año, ha sido desprestigiar el sistema electoral brasileño y advertir sobre tramas de fraude, en la misma tónica de Donald Trump, pero en un país con instituciones mucho más débiles que las estadounidenses.
¿Alguna esperanza?
No todo es malas noticias para la democracia en América Latina. Por primera vez en lo que va de siglo XXI, en Ecuador un gobierno pudo completar su mandato y entregarle el poder a uno de sus detractores, ganador de las elecciones presidenciales.
Asimismo, la candidata opositora Xiomara Castro triunfó en los comicios presidenciales del mes pasado en Honduras. Esta victoria fue reconocida por el mandatario saliente, Juan Orlando Hernández. Ello representa un avance enorme con respecto a las elecciones de 2017, en las que Hernández fue reelecto en un proceso de poca credibilidad. Hay un recelo razonable con respecto a Castro, esposa del expresidente Manuel Zelaya, considerando el papel de este último en la crisis constitucional de 2009. Pero, por ahora, hubo un progreso.