La crisis entre Rusia y Ucrania puso de relieve el apoyo a la causa rusa expresado por el presidente chino Xi Jinping.
El Político
Este apoyo es determinante para entender el nuevo mapa geopolítico mundial.
En una llamada telefónica el dirigente chino dijo a su homólogo ruso que apoya su exigencia de que Ucrania no se una nunca a la OTAN. Ese apoyo significa muchas cosas, reportó 4Pelagatos.
Entre las más visibles y anecdóticas está que Putin viajará este 4 de febrero a Beijing para la inauguración de los Juegos Olímpicos donde se encontrará con su aliado de última hora.
Hasta hace diez años esa alianza entre chinos y rusos parecía imposible. según extenso análisis prospectivo elaborado por el Financial Times, la llamada de Xi Jinping a Putin señala una nueva lógica geopolítica marcada por ambos países.
Tras un periodo en el que rusos y chinos se han enfrentado a EEUU y a las potencias occidentales, el apoyo de Xi Jinping a Putin refleja una creciente identidad entre sus intereses y visiones.
Según medios de comunicación chinos, Xi dijo a Putin que «ciertas fuerzas internacionales están interfiriendo arbitrariamente en los asuntos internos de China y Rusia, bajo la apariencia de la democracia y los derechos humanos».
Xi Jinping y Putin coinciden en que Estados Unidos está conspirando para socavar y derrocar sus gobiernos. Lo paradójico es que, en el apogeo del comunismo y la guerra fría, Rusia y China apoyaron a las fuerzas revolucionarias de todo el mundo.
Hoy es distinto: Moscú y Beijing han incorporado a sus discursos la narrativa de la contrarrevolución.
Hace pocas semanas, cuando estallaron los disturbios en Kazajistán, Putin acusó a EEUU de intentar promocionar una «revolución de colores» -término que se da a los movimientos de protesta que pretenden cambiar el gobierno- en un país que limita con Rusia y China. Altos funcionarios chinos se unieron a las protestas del gobierno ruso.
En realidad, para China y Rusia el levantamiento de Kazajistán se ajusta a un patrón.
Según el Kremlin, EEUU fue la mano oculta detrás del levantamiento del Maidán de Ucrania de 2013-14, en el que se derrocó a un líder prorruso.
Putin y Xi han dejado claro que creen que el objetivo final de EEUU es derrocar a los gobiernos ruso y chino
China también insiste en que los intereses de EEUU estuvieron detrás de las enormes protestas de Hong Kong de 2019.
Tanto Putin como Xi han dejado claro que creen que el objetivo final de EEUU es derrocar a los gobiernos ruso y chino y que las fuerzas locales pro-democracia son el caballo de Troya de Estados Unidos.
Sin embargo, las ambiciones de Rusia y China no se reducen a una actitud pasiva frente a EEUU y sus aliados. Tanto Putin como su homólogo chino, creen que frente a esta amenaza de los EEUU se debe de crear un nuevo orden mundial que se adapte mejor a los intereses de Rusia y China.
«Unipolaridad» y «universalidad»
Según el texto del Financial Times hay dos características del actual orden mundial a los que rusos y chinos se oponen: «unipolaridad» y «universalidad».
Dicho de forma más sencilla, creen que los acuerdos otorgan a Estados Unidos demasiado poder y están decididos a cambiarlo.
La «unipolaridad» significa que, tras el colapso de la Unión Soviética, el mundo quedó con una sola superpotencia: EEUU. Fyodor Lukyanov, un pensador ruso de política exterior cercano a Putin, cree que la unipolaridad «dio a Estados Unidos la capacidad y la posibilidad de hacer lo que le pareciera en el escenario mundial».
Influyentes académicos chinos piensan de forma similar. Yan Xuetong, decano de la escuela de relaciones internacionales de la Universidad de Tsinghua en Pekín (alma mater de Xi), escribe que «China cree que su ascenso al estatus de gran potencia le da derecho a un nuevo papel en los asuntos mundiales, uno que no puede reconciliarse con el dominio incuestionable de Estados Unidos».
Al igual que Lukyanov, Yan Xuetong cree que «el orden mundial liderado por Estados Unidos se está desvaneciendo….
Orden multipolar
En su lugar surgirá un orden multipolar». El presidente Xi Jinping lo ha expresado de forma aún más sucinta con su afirmación, tantas veces repetida, de que «Oriente se está levantando y Occidente está decayendo».
Para Rusia y China, la creación de un nuevo orden mundial es también una batalla de ideas. Mientras que la tradición liberal occidental promueve la idea de los derechos humanos universales, los pensadores rusos y chinos argumentan que debe permitirse que las diferentes tradiciones culturales y «civilizaciones» se desarrollen de manera diferente. Es una forma de legitimar sus dictaduras.
Vladislav Surkov, en su día un influyente asesor de Putin, ha denunciado los «repetidos e infructuosos esfuerzos de Rusia por formar parte de la civilización occidental».
En su lugar, según Surkov, Rusia debería adoptar la idea de que ha «absorbido tanto a Oriente como a Occidente» y tiene una «mentalidad híbrida».
En una línea similar, los pensadores progubernamentales de Pekín sostienen que la fusión del confucianismo y el comunismo significa que China siempre será un país que hace hincapié en los derechos colectivos más que en los individuales.
El éxito de China en la contención de Covid-19 refleja, según dicen, la superioridad del énfasis chino en la acción colectiva y los derechos de grupo.
Posición de Beijing y Moscú
Beijing y Moscú sostienen que el actual orden mundial se caracteriza por el intento estadounidense de imponer las ideas occidentales sobre la democracia y los derechos humanos a otros países, si es necesario mediante la intervención militar.
El nuevo orden mundial que exigen Rusia y China se basaría en cambio en distintas esferas de influencia. Estados Unidos aceptaría la dominación rusa y china de sus vecindarios y abandonaría su apoyo a la democracia o a las revoluciones de colores que pudieran amenazar a los regímenes de Putin o Xi Jinping.
Rusos y chinos están lejos de coincidir en todo. Rusia está más dispuesta a asumir riesgos militares que China. Pero sus objetivos finales pueden ser más limitados.
Para los rusos, el uso de la fuerza militar en Siria, Ucrania y otros lugares es una forma de repudiar la afirmación del ex presidente estadounidense Barack Obama de que Rusia ya no es más que una potencia regional. Dmitri Trenin, del Centro Carnegie de Moscú, sostiene que «para los dirigentes del país, Rusia no es nada si no es una gran potencia».
China quiere ser una potencia protagónica en el mundo
China, en cambio, sí quiere ser una potencia protagónica en el mundo. Elizabeth Economy, autora del libro titulado El mundo según China, sostiene que Pekín aspira a un «orden internacional radicalmente transformado» en el que EE.UU. se vea esencialmente expulsado del Pacífico y se convierta en una mera potencia atlántica.
Dado que el Indo-Pacífico es ahora el núcleo de la economía mundial, eso dejaría a China como «número uno».
La diferencia en la escala de las ambiciones de China y Rusia refleja la diferencia en su potencial económico. La economía rusa es aproximadamente del tamaño de la italiana.
Moscú simplemente no tiene la riqueza necesaria para mantener una apuesta por la supremacía mundial. En cambio, China es, según algunas mediciones, la mayor economía del mundo.
También es el mayor fabricante y exportador del mundo. Su población de 1.400 millones de personas es aproximadamente diez veces mayor que la de Rusia.
Por ello, es realista que China aspire a ser el país más poderoso del mundo. Lo importante para Putin es, por ahora, esa: tener como aliada la potencia que aspira dominar el mundo.