La angustia se apoderó de Ivonne de Gutiérrez cuando en una de sus frecuentes visitas al más prestigioso cementerio de Caracas para llevarle flores a la tumba de su hijo descubrió que parte de las lápidas de otros familiares habían desaparecido.
Se trataba de las placas de bronce que identificaban las sepulturas de un sobrino y dos tías que alguien robó en mayo una semana después de su anterior visita.
“Se las llevaron casi todas”, dijo Gutiérrez parada frente a las tumbas de sus familiares en el Cementerio del Este de Caracas.
La incertidumbre generada por la ausencia de información en un camposanto tradicionalmente seguro y ajeno a la violencia que azota a los venezolanos acabó por sumar una preocupación más a la vida de Gutiérrez, sobre todo después que se difundieran en las redes sociales las denuncias de hurtos masivos de placas.
Más de un mes después los afectados esperan una medida concreta de los administradores del cementerio, quienes no hicieron pública la situación hasta que la agitación en las redes sociales los forzó a admitir que el lugar era seguidamente atacado por vándalos.
Tras el hurto masivo los administradores del cementerio tomaron la decisión de remover las costosas placas de bronce que identifican las sepulturas con el propósito de sustituirlas por otras de un material más barato que desaliente a los criminales. Pero eso inquietó más a los afectados.
“Eso fue a principios de mayo” y “no ha pasado nada”, se quejó Gutiérrez, una administradora de 53 años, quien lamentó que los familiares de muchos difuntos todavía no sepan si las placas fueron robadas o removidas para protegerlas.
El hurto de placas de bronce no es algo nuevo, pero desde comienzos de año se incrementó drásticamente luego de que bandas dedicadas a la reventa de metales se dieron a la tarea de ingresar al camposanto, de acuerdo con investigaciones preliminares. Se desconoce si las placas son luego fundidas para la venta y tampoco se ha podido determinar quiénes son los receptores de estos objetos.
Los ladrones, que buscan resguardarse del colapso de la moneda venezolana y la hiperinflación, no dudan en apropiarse de rejas de alcantarillas, piezas metálicas en calles, avenidas y autopistas y hasta placas de tumbas.
En los últimos meses se han robado unas 6.000 placas de las 200.000 sepulturas del cementerio, dijo la diputada Nora Bracho, presidenta de la Comisión de Administración y Servicios de la Asamblea Nacional.
El Cementerio del Este, ubicado en terrazas con una espléndida vista del valle de Caracas, era un oasis en la bulliciosa capital venezolana. En sus 170 hectáreas abundan los espacios abiertos y árboles frondosos donde se dejan ver desde colibríes hasta halcones peregrinos y guacamayas azules y amarillas.
El cementerio está lejos de la decadencia que acusa la mayoría de los camposantos del país, donde además son frecuentes los robos a mano armada e incluso las profanaciones de tumbas para extraer restos humanos y venderlos a practicantes de magia negra, incluidos miembros del culto de la Santería conocidos como “paleros”.
Los “paleros” recolectan huesos en los cementerios para ser usados como parte de un ritual para sellar un pacto con un muerto que según la creencia es beneficioso para ambos. Algunos de ellos piden hasta 5.000 dólares por una calavera puesto que el cráneo humano es muy preciado, según propietarios de objetos esotéricos.
Yolanda Lezama, quien perdió a su hija Bárbara de 21 años en un accidente vial en junio del año pasado y visita su sepultara a diario, advirtió que algo no estaba bien: las placas de las lápidas alrededor de la tumba de su hija desaparecían con escasos días de diferencia.
Justo al lado de la sepultura de Bárbara estaban enterrados unos niños. Un día “se habían llevado todo”, dijo a AP Lezama, de 49 años.
“Aquí en Venezuela no hay respeto ni por el que nace, el que vive y mucho menos por el que muere”, resaltó.
La criminalidad, que ha crecido exponencialmente en las dos últimas décadas, obliga a los venezolanos a buscar refugio en sus hogares apenas comienza a oscurecer. Las calles oscuras por el escaso alumbrado público suelen quedar desoladas por las noches.
Venezuela es uno de los países más violentos del mundo, con una tasa de homicidios que se ubicó en 2016 en 70,1 por cada 100.000 habitantes. Esa cifra se incrementó en comparación con 2015, cuando la tasa fue de 58 por cada 100.000, de acuerdo con cifras de la Fiscalía General.
Los hurtos de placas en el cementerio más seguro del país son una muestra de que la criminalidad está “en cualquier parte”, comentó Nidia Guzmán, una educadora de 64 años.
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Después de una avalancha de denuncias a través de Twitter e Instagram el cementerio divulgó un escueto comunicado en el que expresó que había tomado “una medida de protección especial, custodiando y resguardando las lápidas”. Pero la ausencia de vigilantes es notable.
Pese a que la tumba de su hijo no parece estar en riesgo por encontrarse en un sector visible del cementerio, Gutiérrez está a la espera de que se cumplan los 10 años de su muerte en 2019 para “hacer la exhumación de su cuerpo” e incinerarlo, porque “aquí no está seguro”.
Fuente: Associated Press