Sacos, costales, morrales, bultos escolares y bolsas negras. Choferes, colectores y fiscales en el terminal de San Cristóbal ahora usan alguna de estas variedades cuando se disponen a recoger el pasaje del transporte público que viaja al interior del Táchira o a estados vecinos.Uno de esos cobradores recordó que en dos años una de las tarifas aumentó de 700 a 115.000 bolívares. El pasajero que antes le pagaba con siete billetes de 100, ahora debe entregarle 1.150 de las mismas piezas marrones. De ahí la necesidad de idear dónde almacenarlos.
Esta es una estampa propia de hiperinflación, interpreta el economista y asesor financiero Aldo Contreras. En otro tiempo, como en la Alemania de 1923, utilizaron carretillas para transportar los billetes a las tiendas, documentan autores como John Galbraith en su libro “El dinero” (1975).Raúl -nombre ficticio a petición de la fuente, por temor a la inseguridad- es chofer de una de las 60 líneas que operan en el terminal de La Concordia. De un lado de su asiento saca un costal, de esos que en el campo rellenan con frutas o verduras. Lo abre, lo sacude, da la voz de cobro a sus 24 pasajeros y empieza a recorrer los puestos.
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— El Político (@elpoliticonews) April 15, 2018
“Yo repagué la plata al 80%”, admite la primera. “Le salió bien: a mí me los cobraron al 100% por transferencia”, se anima a confesar otro señor. “Es que eso depende”, participa un tercer pasajero. “Si es billete de los viejos, me han cobrado al 100%. Pero si usted quiere de los nuevos, es al 200%”, explica al grupo. “Es que son unos abusadores”, opina.
Venezuela quizá sea un caso único donde el dinero en efectivo se ha convertido en una mercancía y, en consecuencia, ha adquirido un valor, apunta el economista Contreras, también profesor de posgrado en la Universidad Católica del Táchira. Mafias que se infiltran en la banca logran acceso a las piezas monetarias para luego negociarlas.
Una joven calculó “casi un mes” de colas frecuentes en la taquilla del banco hasta sumar los casi 200.000 bolívares del pasaje, a razón de 10.000 bolívares por retiro diario. Desde la ventana o el pasillo, cuatro usuarios más coincidieron en la “esclavitud” de ir al banco. Otro señor, más precavido, comentó que él viaja solo cuando también se ha asegurado el efectivo del retorno, “porque en los pueblos los cajeros automáticos ya están es de adorno”.
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