A un paso de convertirse en la primera mujer presidente de Estados Unidos, Hillary Rodham Clinton ha tenido un notable recorrido profesional en el que, como muchas otras mujeres líderes en EE.UU., ha tenido que romper moldes y enfrentarse a críticas machistas, incluidas las de su rival, Donald Trump.
En 30 años de carrera política ha conseguido consolidarse en un mundo dominado por hombres hasta el punto de llegar hoy como la favorita, con alrededor de 3 puntos de ventaja a nivel nacional en la media de los últimos sondeos, para convertirse en presidenta del país en los comicios del próximo martes.
Clinton ha tenido que sortear los escollos que el mero hecho de ser mujer le trajo por el camino, comenzando por romper el estereotipo de primera dama, hasta entonces un rol casi decorativo, tremendamente alejado de la política real.
La hoy candidata a la Presidencia puede llegar a la cúspide del orden mundial, ser "la líder del mundo libre" y romper el famoso techo de cristal con ayuda de un amplio número de mujeres, que pese a sus inclinaciones conservadoras votarán por Clinton frente a Trump, cuya misoginia no ha pasado desapercibida.
Tras de revolucionar el rol de primera dama, Clinton fue senadora, más tarde precandidata presidencial -derrotada por un afroamericano, Barack Obama en 2008-, secretaria de Estado, y por fin, en este ciclo, aspirante a la Casa Blanca y favorita de las encuestas.
Este recorrido profesional es más que notable en Estados Unidos, uno de los países desarrollados donde las mujeres lo tienen más difícil para llegar a un cargo público.
Un ejemplo gráfico de ello es el número de mujeres que ocupan un escaño en el Congreso estadounidense: hoy, en el año 2016, apenas llegan a un quinto del total.
En el año 2000, Estados Unidos ocupaba el puesto número 47 en el mundo en cuanto a la representación de mujeres en cargos gubernamentales, en 2016 ha descendido al puesto 97, según datos de la Unión Interparlamentaria, que recoge estadísticas de todos los congresos alrededor del planeta.
Mientras el resto del mundo avanzaba en materia de equidad, Estados Unidos no le ha seguido el ritmo, tanto en las instituciones públicas como en la vida corporativa: en el año 2015, las mujeres blancas ganaron 80 centavos de dólar por cada dólar que ganaba un hombre blanco haciendo el mismo trabajo.
"Más de la mitad de la población cree que sería bueno tener una mujer presidenta. Sin embargo, en el sistema político estadounidense, las mujeres tienen dificultades para obtener el cargo, de ahí el bajo número de mujeres en el Congreso", explica a Efe Gayle Alberda, politóloga en la Universidad de Drake (Iowa).
"Por un lado, los votantes quieren a alguien que sea fuerte, agresivo, ambicioso, y estos son típicamente rasgos masculinos. Las mujeres en general suelen ser percibidas como honestas, puras, cariñosas, amables. Rasgos que no son deseables en los líderes políticos", asegura.
Sin embargo, una de las mayores críticas hacia Clinton ha sido precisamente esa, su rudeza, su aparente frialdad, su falta de honestidad. En definitiva, sus rasgos más "masculinos".
"Hay una razón por la que no hemos tenido a una mujer presidenta. Como sociedad, todavía luchamos contra lo que significa ver a mujeres poderosas. Y eso todavía nos preocupa en muchos sentidos, de manera injusta", reflexionaba el presidente Obama durante una cena privada de recaudación de fondos para los demócratas en Nueva York hace unas semanas.
Al recelo hacia una mujer poderosa se suma el hecho de que se enfrente en estas elecciones al republicano Donald Trump, quien ha hecho de los insultos hacia el género femenino y el lenguaje agresivo uno de sus distintivos.
Pero no solo hacia las mujeres como colectivo, también hacia la exsecretaria de Estado como su enemigo a batir.
"La campaña de Trump se ha centrado en Clinton de la manera más estereotipada. Trump utiliza palabras descriptivas que no socavan a Clinton como candidata, sino a Clinton como mujer", explica Alberda, respecto a la estrategia del magnate.
"Analicen cómo se comportó durante los debates. Trump la interrumpió muchas veces, la siguió en el escenario y la llamó ‘mujer desagradable’, entre otras cosas. En un ambiente político, esta es una manera de dominar y mostrar que se es mejor que el oponente", agrega.
Pese a las credenciales que le ha aportado su dilatada carrera política y estar a punto de llegar a lo más alto, Clinton ha sufrido la brecha de género y es probable que lo siga haciendo si llega a ocupar el Despacho Oval.
"Si Clinton gana, es probable que su mandato sea cuestionado. ¿Habría ganado si un candidato diferente hubiera ganado la nominación del Partido Republicano? ¿Puede realmente lidiar con ello? Estas son el tipo de preguntas que socavarán su capacidad para gobernar y dirigir a la nación", advierte la experta.
Con información de EFE