Esta semana la Casa Blanca anunció una serie de acciones que tienden a relajar ciertas medidas económicas impuestas al gobierno cubano.
Mario A. Beroes Ríos/El Político
Washington anunció que aliviará sus restricciones para viajes y remesas a Cuba.
También informó sobre la posibilidad de modificar las sanciones económicas impuestas al régimen venezolano.
Sin embargo, con este país, y así lo dejó muy en claro, va a depender de que el gobierno que encabeza Nicolás Maduro reinicie las conversaciones con la oposición en Ciudad de México.
Las medidas son limitadas y están lejos de suponer una normalización de las relaciones de EE.UU. con los gobiernos de ambos países.
Aunque se empeñen los medios en unificar ambos casos, la situación con que la Casa Blanca ha decidido utilizar su estrategia ante Cuba y Venezuela es totalmente distinta con ambos países.
Pero sí resulta evidente el giro que la Casa Blanca de Joe Biden busca darle a la estrategia de mano dura diseñada por el anterior presidente Donald Trump para esos países.
La pregunta es qué busca el gobierno de Biden con estos cambios, y por qué son tan distintos con ambas naciones latinoamericanas.
¿Realmente la Cumbre de las Américas interesa?
El gobierno de Biden llevaba meses preparando su nueva política hacia Cuba, que autoriza vuelos comerciales a ciudades de la isla más allá de La Habana y suspende el límite de $ 1.000 por trimestre a las remesas.
Y aunque muchos piensan que la decisión esbozada por Washington está relacionada con la realización de la Cumbre de las Américas, realmente el peso de estas convocatorias no ha sido determinante.
Para muchos las cumbres han quedado más como una reunión social de presidentes, acompañado de discursos grandielocuentes.
Y aunque el el objetivo de la Casa Blanca sea mostrar diferencias con el gobierno de Trump en las políticas sobre Cuba, Venezuela, es el tema de la migración, el que realmente importa, por lo menos para Joe Biden.
Venezuela, Nicaragua y Cuba serían excluidos de dicha cumbre, por no ser gobernados por regímenes democráticos.
Varios países han demandado que sí sean invitados, más por esa solidaridad automática, muy propia de las dictaduras, que por argumentos realmente válidos.
Y así se ha visto la posición asumida por el mandatario de México. Y aunque Venezuela y Cuba, han reclamado su "derecho a estar presentes", es bueno que recordemos, que cada país anfitrión, puede reservarse el derecho de invitar al país que desee.
De hecho, ya el dictador nicaragüense, Daniel Ortega, dijo que no le interesaba asistir.
"El país obvio"
Pese al afloje de las restricciones a Cuba y Venezuela, los analistas consideran improbable que Biden invite finalmente a ambos países al cónclave de Los Angeles.
En esto también pesan razones de política doméstica: la presencia de autoridades de cubanas o venezolanas en EE.UU. provocaría rechazos internos a meses de las elecciones de mitad de período en noviembre.
Los cambios anunciados esta semana por Washington fueron criticados no solo por opositores republicanos, sino también por demócratas como Bob Menéndez, presidente del comité de Relaciones Exteriores del Senado de EE.UU.
"Darle a Maduro un puñado de dádivas inmerecidas solo para que su régimen prometa sentarse a negociar es una estrategia destinada al fracaso", sostuvo Menéndez en un comunicado.
La Cumbre de las Américas a realizarse en Los Angeles en pocas semanas, no va a ser muy distinta a las anteriores; asistan o no los presidentes de los países cuestionados.
Mientras tanto, pareciera que Joe Biden ha decidido enfrentar el problema de la democracia en los países latinoamericanos, muy a su manera, pero ha decidido enfrentarlo