Fueron 13 años de viajes y acalorados debates. En 2004, a poco de que comenzara el primer gobierno de izquierda de la historia del país, viajó el primer contingente de militares uruguayos a Haití con el objetivo de formar parte de las misiones de paz de Naciones Unidas. Trece años más tarde, ese aporte ininterrumpido llegó a su fin.
La participación de las tropas uruguayas en la isla del Caribe generó mucho ruido político a la interna del Frente Amplio. Hubo renuncias y diferencias internas que llenaron varias páginas de los diarios. Pero mientras eso sucedía, fueron quedando en un silencioso segundo plano las historias de aquellos que dejaron atrás su vida en Uruguay y llegaron a Haití, seducidos en muchos casos por lograr un buen ingreso que solucione en parte sus dificultades económicas.
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Entre ellos, hay realidades muy distintas. Están aquellos que hoy a la distancia recuerdan con mucho orgullo el sacrificio que hicieron y agradecen la oportunidad de viajar porque esa experiencia les permitió cumplir algunos sueños, como festejar el cumpleaños de 15 de una hija o construir una casa donde vivir.
Aunque en un número mucho menor, el pasaje de las tropas uruguayas por Haití también dejó recuerdos trágicos, debido a que ocho personas murieron en aquel país lejano. Entre tantas historias, algunas alegres y otras desgarradoras, El Observador rastreó dos en busca de ponerles rostro a algunos de los anónimos que participaron en las misiones de paz. Una cal y una de arena.
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