Luego de muchos años de crímenes, contrabando y libre albedrio, han sido revelados detalles impactantes sobre las actividades criminales de las disidencias de las FARC en el municipio de Jamundí, Colombia. Estos hechos parecen sacados de las peores épocas de los carteles del narcotráfico en el país.
El Político
Según la revista Semana de Colombia, además de acumular poder y cogobernar en el municipio vallecaucano, las disidencias de las FARC han establecido dos estaciones de gasolina con instalaciones modernas en La Liberia y La Cabaña.
Estas gasolineras son utilizadas principalmente para abastecer la maquinaria que está construyendo una carretera para conectar con el Naya y el Pacífico. Sin embargo, esta construcción está devastando la zona de reserva de los Farallones de Cali.
El carrotanque de combustible es el único vehículo con permiso para transitar en estas áreas. Los demás automotores pesados son robados, quemados o baleados. Según Semana, los criminales operan con total impunidad, atendiendo las gasolineras vestidos con uniformes de las FARC y portando fusiles.
Se sabe también que patrullan armados, uniformados y en motos de alto cilindraje. Realizan retenes ilegales, secuestran, asesinan y trafican cocaína. En videos impactantes, se ve a guerrilleros armados sembrando el terror en la comunidad. Detienen ciclistas y exigen documentación al día. La selva está siendo destruida para construir una vía, generando una deforestación alarmante.
Este panorama desolador devuelve a Colombia al pasado, al mismo escenario de miedo, incertidumbre y dolor de hace tres décadas. Un equipo periodístico de Semana verificó estas denuncias en la riesgosa zona rural de Jamundí. La situación es crítica y requiere una acción urgente por parte de las autoridades para proteger a la población y preservar el medio ambiente.
La FARC y su carretera de la muerte
El caótico nuevo y recién descubierto proyecto de las FARC consiste en la construcción de una carretera ilegal que conectará con el mar Pacífico.
La intención de los criminales es unir la zona rural de Jamundí con el mar, con el fin de enviar cargamentos de droga con mayor facilidad. Para lograr el objetivo se han robado más de 20 máquinas amarillas y secuestrado a centenares de personas para esclavizarlas en trabajos de remoción de escombros.
Hoy, según fuentes consultadas por Semana, están a menos de dos kilómetros de lograr unir a Jamundí con El Naya, lo que permitirá que vehículos pesados puedan transportar toneladas de droga y así aumentar la periodicidad de cargamentos enviados al extranjero. Antes, esta se sacaba a lomo de mula.
Esto lo hacen a partir de las insólitas “leyes” que han instaurado en la zona controlada por ellos. “La guerrilla es la ley”, dijo un vocero campesino.
Su premisa no es exagerada, porque basta con alejarse cinco kilómetros del casco urbano para encontrar señales de advertencia de la columna Jaime Martínez, que generan terror.
Sobre la carretera hay pancartas, pasacalles y grafitis que indican que a partir de ese momento es territorio de Mordisco. El primer retén de los criminales está en el corregimiento Ampudia, a tan solo diez minutos en carro desde el centro de Jamundí.
Quienes habitan en esos lugares deben portar, en un lugar visible, el carnet de movilidad expedido por la columna criminal Jaime Martínez, con lo cual llevan un control de quién vive o muere en ese territorio.
El carnet debe ser portado siempre. Quien no lo lleve por alguna circunstancia, tiene tres opciones: la primera, pagar 3 millones de pesos en efectivo; la segunda, abonar un millón de pesos en efectivo y ser secuestrado por ocho días; la tercera, enfrentar consecuencias aún más graves.
Este proyecto de la muerte, con su impacto ambiental y su control absoluto sobre la población, nos devuelve a una época de miedo y desolación. Las autoridades deben actuar con urgencia para detener esta carretera y proteger a la comunidad y la naturaleza.