Antes de ir a elecciones generales, los partidos políticos argentinos deben pasar por un proceso que les permite medir su apoyo popular. Son las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO).
Alejandro Armas / El Político
Hace un mes fueron las PASO previas a las elecciones parlamentarias de ayer. En ellas, aunque no se estaba eligiendo aun a nadie para ocupar cargos públicos, el oficialismo sufrió una gran derrota. Muchas más personas sufragaron por candidatos de la oposición.
El gobierno de Alberto Fernández quedó así en aprietos. No solo por el evidente rechazo a su gestión por los votantes. También por las disputas que la caída provocó en su frágil coalición peronista. Tenía un mes para revertir la tendencia antes de la elecciones de verdad. No lo logró y el panorama que se le presenta a continuación luce peor que nunca.
Un tropiezo doloroso
No todo el Congreso estaba en juego en los comicios de anoche. Pero sí una parte sustancial. Casi la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado. La coalición de centroderecha Juntos por el Cambio, integrada por aliados del expresidente Mauricio Macri, fue la más favorecida, con casi 10 millones de votos. Aunque perdió 2 diputados, ganó 5 senadores.
En un distante segundo lugar quedó el Frente de Todos, la coalición oficialista, con casi 8 millones de votos. Perdió 10 diputados y 4 senadores.
Un punto interesante es la entrada al Congreso de la Libertad Avanza, movimiento de derecha ultraliberal encabezado por el polémico economista Javier Milei. Consiguió cinco diputados en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y casi un quinto del voto ahí. Para un partido nuevo, ese resultado es un éxito rotundo.
Juntos por el Cambio fue la organización más votada en 12 de las 22 provincias argentinas, así como en la CABA. Esto incluye la patagónica provincia de Santa Cruz, un bastión del kirchnerismo donde el propio Néstor Kirchner empezó su carrera política. Una derrota especialmente dolorosa para el Frente de Todos, que solo se impuso en 8 provincias.
El oficialismo perdió así el control del Senado. Como Argentina es una república presidencial, esto no significa el fin de la presidencia de Alberto Fernández. Pero al gobierno sí le será más difícil aprobar leyes, designar jueces, etc.
Entre la espada y la pared
Sin el control pleno de la legislatura, al peronismo gobernante tendrá que negociar con sus adversarios. En efecto, un derrotado Alberto Fernández llamó a un diálogo con la oposición. Ya durante las celebraciones de victoria, María Eugenia Vidal, dirigente de Juntos por el Cambio, señaló que “el Congreso es el ámbito del diálogo, para que las fuerzas políticas se encuentren”.
La pregunta es: ¿Los aliados del Presidente están igualmente dispuestos a dialogar? Una parte sustancial de la coalición oficialista la integran peronistas de izquierda liderados por la expresidente, y actual vicepresidente, Cristina Fernández de Kirchner (CFK). Esta facción del peronismo ha sido históricamente mucho más agresiva hacia la oposición y menos dada a negociar que el a veces conciliador Alberto Fernández.
Si Fernández cede a la oposición más que lo esperado por el kirchnerismo, este pudiera retirarle el apoyo, dejando al Presidente en una posición aun más precaria. Ya ha habido rencillas evidentes desde la derrota en las PASO, por la cual los seguidores de CFK culparon al mandatario. Esas recriminaciones muy probablemente aumentarán por el revés de anoche.
Fernández, un político con relativamente poca proyección entre las masas fue un candidato de compromiso entre facciones peronistas para las presidenciales de 2019. Debido al desconecto con la gestión de Mauricio Macri, lo pudo derrotar. Pero las causas del malestar social se mantienen y ahora Fernández y sus partidarios son el blanco de la molestia colectiva. El peronismo pudiera buscarse una candidatura alternativa para las presidenciales de 2023.