En noviembre de 2014, mientras Estados Unidos estaba sacudido por las fuertes protestas callejeras en Ferguson (Misuri) por la muerte del joven afroestadounidense Michael Brown, de 18 años, a manos del policía blanco Darren Wilson, ocurrida en agosto de ese año, Trump alertó por Twitter:
El Político
"Nuestra país está totalmente fracturado y, con nuestro débil liderazgo en Washington, pueden esperar que disturbios y saqueos como los de Ferguson ocurran en otras partes", escribió.
Cinco años y medio más tarde, durante tres de los cuales él ha estado en la Casa Blanca, Estados Unidos vive las manifestaciones más graves desde las ocurridas en 1968 tras el asesinato del líder por los derechos civiles Martin Luther King Jr.
La mecha se ha encendido esta vez por la muerte en Minneapolis de George Floyd, un afroestadounidense de 46 años que falleció después de que un policía blanco le presionara el cuello con la rodilla durante más de 8 minutos.
Un caso que, por desgracia, se parece a otros en los últimos años.
Luego de casi una semana, ha habido manifestaciones callejeras en más de 75 ciudades y en más de 40 de estas han sido establecidos toques de queda.
Muchas protestas han derivado en disturbios, enfrentamientos, saqueos y detenciones.
Pero ahora, a la vista del caos al que ha sucumbido el país, los saqueos que usan como excusa las protesta por la muerte del afroamericano George Floyd han relegado a la pandemia a un segundo plano.
La izquierda estadounidense convenientemente ha cambiado su discurso frente al coronavirus. La histeria por los encierros que han devastado la economía se habría dejado de lado para crear una oportunidad de sembrar el caos en la administración Trump.
Pero el discurso que quiere ser aprovechado por los demócratas tiene algunas deficiencias.
Por ejemplo, el procurador General de Minnesota, Keith Ellison, ex vicepresidente del Comité Nacional Demócrata, que hizo alarde públicamente de su plan de supervisar directamente el enjuiciamiento en el caso de George Floyd, está aprovechando la muerte de Floyd políticamente para dejar atrás su posición de hostigador de los comerciantes que querían abrir sus negocios en medio de la pandemia.
En las imágenes de los saqueos queda claro que ninguna de las medidas de seguridad recomendadas para evitar los contagios de Covid-19 se respetaron durante los saqueos, y no había ningún distanciamiento social a la hora de enfrentar a la policía.
Si en un par de semanas no hay nuevos brotes de coronavirus se reivindicarán las demandas de los sectores más conservadores para reabrir la economía y será muy difícil defender las prolongadas cuarentenas. Si por el contrario, ocurre un brote generalizado de la enfermedad, los demócratas que alentaron la protesta deberán cargar con la responsabilidad de los contagios. De cualquier manera, los demócratas terminarán perdiendo.
La izquierda también criticó por irresponsable las manifestaciones para finalizar los lockdowns que simpatizantes de la derecha hicieron en todo el país. Pero hay que notar que en esas protestas los participantes intentaban guardar las medidas de prevención recomendadas, como mantener la distancia física. Además, sería difícil encontrar ejemplos de conductas criminales en esas protestas.
Por el contrario, las protestas actuales parecen ser un intento bien coordinado para fomentar la violencia. No es simplemente que las cosas se hayan salido de control en el calor del momento. Más bien, parece que los manifestantes profesionales han secuestrado el movimiento y que el objetivo en sí es la violencia.
Algunos medios han hecho notar la presencia mayoritaria de anarquistas radicales, en su mayoría blancos, durante las manifestaciones nocturnas. Otros se han preguntado de dónde salen los ladrillos que aparecen en los sitios de protestas de la nada.
Y mientras, los patriotas respetuosos de la ley que portaban armas de fuego en la capital del estado de Michigan en abril lo hicieron sin cometer ningún daño, más de 50 miembros del Servicio Secreto resultaron heridos el domingo por la noche durante las protestas izquierdistas cerca de la Casa Blanca.
No es de extrañar que el presidente Donald Trump haya actuado para declarar a Antifa como un grupo terrorista dada su presencia violenta en las manifestaciones.
Las víctimas son también demócratas
Al igual que el coronavirus, los disturbios se relegan en gran medida a esas áreas en las que el partido Demócrata es mayoría. Entonces los actos de robo, incendio provocado y vandalismo estarían afectando precisamente a quienes supuestamente representan.
El daño ocasionado, además, hará mucho más difícil la recuperación económica pues el comercio local de las ciudades fue afectado por las protestas.
Los manifestantes han atacado sitios que se identifican con la izquierda como la sede de CNN en Atlanta; el Centro y Museo Internacional de Derechos Civiles en Greensboro, Carolina del Norte; y las oficinas de la gobernadora demócrata de Michigan, Gretchen Whitmer.
Sin embargo, es apropiado que estén apuntando a esos sitios, ya que que la muerte de Floyd a manos de la policía ocurrió bajo la supervisión de los líderes demócratas en casi todos los niveles: las senadores estadounidenses Amy Klobuchar y Tina Smith; la representante Ilhan Omar (cuyo distrito abarca Minneapolis); el gobernador Tim Walz; el alcalde de Minneapolis, Jacob Frey y la jefa de policía de Minneapolis, Medaria Arradondo, la primera persona negra en ocupar ese cargo.
Una trayectoria dudosa
A pesar de esa lista de demócratas que fracasaron en su trabajo de proteger a gente como Floyd, los de la izquierda prefieren concentrarse en lo más alto, apuntando al presidente Donald Trump con intentos desesperados de culparlo por los disturbios raciales.
Maxine Waters, representante demócrata por California conocida por sus constantes ataques al presidente, afirmó que Trump había envalentonado al oficial de policía Derek Chauvin para arrodillarse sobre el cuello de Floyd, mientras ignoraba a la multitud de personas que lo grababan y gritaba para que dejara de hacerlo.
Pero su reclamo se complica por la larga fila de asesinatos policiales y disturbios raciales masivos que ocurrieron durante la era Obama.
Asesinatos a manos de policías en ciudades tan diversas como Ferguson, Nueva York, Baltimore, Baton Rouge, Houston, Charleston, y Berkeley, California, incluso pueden haber ayudado a Trump en sus esfuerzos de campaña, con sus promesas de ser firme en la «ley y el orden», en marcado contraste con las respuestas tibias de su predecesor.
La demagogia de hostigamiento racial de Waters y otros puede ofrecer pocos beneficios en las próximas elecciones dado que el presunto candidato demócrata Joe Biden se ha enfrentado a innumerables escándalos raciales.
El más reciente fue el comentario de Biden de que si un votante afroamericano tenían dificultades para elegir entre él y Trump, entonces «no era realmente negro».
Fuente: Primer Informe