Abunda la preocupación política en el continente por lo que está sucediendo en Colombia. También allí se produce lo que, desafortunadamente, como expresa el dicho popular referente, a que "el que no oye consejo, no llega a viejo".
Egildo Luján N/El Político
El hecho es lamentable, porque con el país vecino con el que compartimos 2.229 kilómetros fronterizos, y con el que hasta hace apenas dos décadas manteníamos un intercambio comercial anual de más de $ 11.000 millones.
Ahora nos vemos forzados a tratar detenidamente lo que, hace apenas poco más de un año, se consideraba respondiendo a un discurso diplomático impregnado de los intereses divergentes de los dos gobiernos rectores de los respectivos países, según los intereses que cada uno defendía.
Dos países
Somos dos países que procedemos de un mismo origen histórico. Y, siendo los colombianos espectadores de primera fila, además de veedores de los atropellos, como de los manejos ruinosos del que han sido víctima los venezolanos, al servirle de soporte y sustento del comunismo del llamado "Socialismo del Siglo XXI", ahora se le trata de afianzar con las llamadas ventajas del componente auspiciado por el funesto "Foro de Sao Paulo".
Sí, por el mismo que no es otra cosa que lo que representa un conjunto de verdaderos forajidos, aliados y dirigidos al objetivo de introducir en algunos países una ideología falsa, con una metodología de engaños, abusos y de ruina, hoy por hoy, propósitos integrales concebidos como objetivo político y gubernamental.
Después de todo, es esa la finalidad que se persigue, cuando de lo que se trata es de materializar la misión de destruir los países donde han logrado engañar a la ciudadanía y de instalarse bajo la figura del "desempeño gubernamental de las izquierdas".
Lo lamentable es que los hermanos colombianos le han dado licencia a tal grupo y movimiento continental, al hacer posible la consolidación y cabida a una trampa más que anunciada, cuando la comunidad eligió Presidente a Gustavo Petro.
Mejor dicho, al mismo que nunca negó ni ocultó su origen político, como la procedencia de su desempeño de forajido izquierdoso radical, además de padrino consumado de lo que habría de ser expresión y referencia del comportamiento comercial alrededor de la producción, como venta de los estupefacientes en esta parte del mundo.
Sin duda alguna, si hay que guardar referencias alrededor de las ventajas, por sobre lo que traduce semejante connivencia, es que Colombia "aún" conserva la autonomía de poderes institucionales, respeta su Constitución y cuenta con unas Fuerzas Armadas profesionales y conscientes de sus deberes y funciones.
Desde luego, como lo puntualizan críticos vecinos, al identificar como "aún" a tal referencia uniformada, es porque hay muchas dudas sobre la durabilidad e independencia de poderes, en relación con las intenciones presidencialistas.
En todo caso, lo cierto es que, hasta el día de hoy, dicha representación ha logrado frenar los intentos presidencialistas de usurpación de poderes e imposiciones arbitrarias.
Igualmente, el pueblo colombiano, más consciente del peligro, gracias al espejo venezolano, ha realizado enormes manifestaciones públicas con serias protestas a nivel nacional como nunca vistas antes, con ambiciones y talante democrático.
Por supuesto, Dios guarde y cuide a los vecinos colombianos de caer, ingenua y tristemente, en un proceso de destrucción similar al que se impuso en Venezuela hace ya más de 20 años.
En cuanto a lo que ha sucedido en Venezuela, desafortunadamente, hay que citar el hecho de que la ciudadanía no ha logrado detener la progresiva destrucción del país, como la ruina de más del 90% de sus ciudadanos.
Es decir, de su población que, acostumbrada durante 40 años de democracia al facilísimo, la opulencia y al derroche del "ta…barato dame dos", desatendió la atención por el país, y dejó en manos de dirigentes y politiqueros de orígenes dudosos, además de comunistoides camuflados, el desarrollo de intereses ajenos a la Nación.
Fue, a partir de entonces, cuando emergió la expresión organizada de aquellos interesados en el cultivo de sus ambiciones, como de intereses personales, antes que en el desarrollo próspero del país.
Lo que podía faltar, también se hizo presente en el país, y fue que, parte de esa misma falsa representación, penosa y lamentablemente, terminó alineándose y capitulando ante el pequeño país insular de Cuba, aún a sabiendas de que se estaba convergiendo con el sometimiento a una férrea y brutal voluntad dictatorial, como era la que lideraba el hoy ya fallecido Fidel Castro Ruz, padre intelectual del patético "Foro de Sao Paulo".
Es decir, del Movimiento fundado en Brasil, y que cobró vida bajo las penosas y destructivas Presidencias en América del Sur de Fidel Castro Ruz, Hugo Chávez Frías, Lula da Silva, Nestor Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa, y de quien hoy, por supuesto, amenaza a Colombia.
A propósito de Colombia, la inquietud innovadora de los hechos que se han estado suscitando durante los últimos meses, gira alrededor de si tales sucesos forman parte de un componente de distracción de necesarios motivos para "descomponer" la realidad gubernamental interna.
O si, de igual manera, se están sembrando propósitos para que el Presidente Petro tenga razones para apuntalar su frágil dominio presidencial.
En todo lo caso, lo cierto es que si hay un hecho al que no se puede perder de vista, es la necesidad de que hoy depende el "Foro de Sao Paulo" de afianzar su expansión y poder político Continental. Y que es tan importante y necesario impedir cambios de Gobierno en Venezuela, como de apuntalar las bases del ejercicio de poder colombiano.
Desde luego, en el caso de Venezuela, el país ya vivió y sigue sufriendo el efecto de su lección. Y en cuanto al caso colombiano, al vecino país le corresponde aprender lo que aquí no se aprendió. Es decir, "escuchar el consejo, si es que quieren llegar a viejo".
Un consejo de práctico aprendizaje y que, por hechos vividos, se pudieran describir como otros ya lo han comenzado a exponer: que luchen y no permitan que la representación organizada de la población caiga en esa peligrosa y ruinosa trampa.
Igualmente, que la dirigencia política colombiana no pase a ser víctima de tentaciones mezquinas y personales de lucro y de poder.
Asimismo, que no permitan la corrupción de los principios y de los deberes en que deben fundamentarse los partidos políticos, para beneficio del progreso y del bienestar ciudadano.
Y, por sobre todas las exigencias que puedan plantearse, negarse a convertir las organizaciones políticas en simples franquicias de negocios y de privilegios.
Los objetivos deben ser siempre los de defender y de hacer respetar los derechos ciudadanos, además de su libertad, como del progreso del país.