Los dos meses de tensiones entre Ucrania y Rusia llegaron a su punto culminante en la madrugada de este jueves, 23 de febrero. Moscú comenzó la invasión de su vecino, con bombardeos aéreos e incursiones por mar y tierra.
Alejandro Armas / El Político
Las Fuerzas Armadas ucranianas tratan, dentro de sus posibilidades, de frenar el avance de una fuerza militar mucho mayor. Las autoridades del país agredido piden auxilio al mundo, en forma de ayuda defensiva y las sanciones económicas y diplomáticas más fuertes que Rusia haya enfrentado jamás.
Reportes de prensa e imágenes dan constancia de la devastación en zonas bombardeadas, así como de las primeras bajas militares y civiles. Ya es válido afirmar que se trata de la confrontación armada más grave en Europa desde las guerras balcánicas de los años 90. ¿En qué va a parar todo esto? ¿Cuán lejos irá Rusia? ¿Y cuál será la reacción de las democracias?
Ambición desbordada
En su discurso anunciando la "intervención de paz", es decir la invasión, el presidente ruso, Vladimir Putin, dijo que el objetivo es "desmilitarizar" y "desnazificar" Ucrania. En términos prácticos, esto supone la rendición total de Ucrania a las exigencias de Putin y, por lo tanto, la pérdida parcial o total de su condición de Estado soberano.
Una Ucrania desarmada no podría hacer nada para resistir las exigencias rusas de que se comporte como un Estado satélite. En cuanto a la "desnazificación", se puede interpretar como el fin del gobierno ucraniano actual. El Kremlin sostiene la tesis falsa de que las autoridades en Kiev son "neonazis" que ejecutan un "genocidio" de la población rusa en Ucrania.
La escala de la ofensiva, a lo largo y ancho del territorio ucraniano, sugiere que Moscú no se conforma con el control de las zonas fronterizas donde hay movimientos separatistas pro Rusia. La decisión, quizá, es hacer la mayor cantidad de daño posible en toda Ucrania para eliminar la resistencia.
Por otro lado, voceros del gobierno ruso insisten en que no tienen intención de ocupar militarmente Ucrania. Pero su credibilidad, si antes la tuvo, ahora es inequívocamente nula. Autoridades rusas pasaron meses negando que la acumulación de tropas cerca de la frontera con Ucrania era parte de un plan de invasión. Oh, sorpresa: invadieron.
Presión sin disparos
Las democracias de Europa y Norteamérica pasaron meses advirtiendo que impondrían sanciones sin precedentes a Rusia, en caso de agresión a Ucrania. Llegó el momento que de lo demuestren. Estados Unidos, Canadá y varios países europeos comenzaron con las medidas punitivas contra los involucrados en la invasión, contra personas del entorno de Putin y contra bancos públicos rusos.
Dependiendo de cuán dispuestas estén a tomar medidas que afecten a la ciudadanía rusa en pleno, y no solo a la elite gobernante, pudieran venir medidas mucho más significativas. Por ejemplo: sanciones a bancos privados con los ahorros de la población y exclusión del sistema internacional de pagos SWIFT. Si quisieran ir más allá, sancionarían las ventas de petróleo ruso, con el consiguiente impacto económico mundial en el precio del combustible.
Lo que no veremos es una intervención militar occidental. Los miembros de la Organización de Países del Atlántico Norte (OTAN) lo descartaron de antemano. No hay indicios de que cambiarán de opinión. Lo cierto es que el interés de Putin por Ucrania es mayor que el de las democracias occidentales. Estas no se arriesgarán a un conflicto con un actor nuclear por el destino de Ucrania.
Por lo tanto, lo que estos países pudieran hacer es proveer a Ucrania de muchísimo más armamento defensivo. Eso le permitiría a sus Fuerzas Armadas resistir más, subiendo así el costo de la invasión para Rusia. No sería una garantía de que Moscú se retire, pero sí la alternativa más contundente a una intervención directa.