El autoritarismo de Rodrigo Duterte ha hecho que en las calles de Filipinas existae un Estado policial que controla en extremo a los ciudadanos. Una excepcionalidad que, sin embargo, no ha impedido que el virus siga avanzando en el archipiélago.
El Político
Filipinas vive uno de los confinamientos más largos y estrictos del mundo. Con la excusa de la pandemia, el presidente Rodrigo Duterte ha implementado un sistema de restricciones a la libertad y de toques de queda. La Policía y el Ejército se encargan cada noche de detener y sancionar con severidad a todos aquellos que salgan de sus hogares sin justificación.
A pesar de ello, Filipinas no ha conseguido frenar el avance del virus, que tiene al borde del colapso a muchos hospitales de las ciudades más pobladas de este archipiélago de 106 millones de habitantes. El personal de salud tiene que hacer frente a diario a condiciones poco óptimas para desarrollar su trabajo y a una campaña de odio fomentada desde las redes que les acusa de no trabajar lo suficiente.
El confinamiento ha traído también graves consecuencias sociales y económicas. Casi 27 millones de filipinos están en paro por culpa de los cierres estrictos y esa situación, unida a la falta de ayudas del Gobierno, causa hambre y un aumento de la población de habitantes de calle. Además, la complicada coyuntura ha hecho que la tasa de suicidios en el país aumente significativamente.
La Presidencia no es para mujeres
El presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, afirmó que el cargo de la presidencia no es para mujeres al revelar una conversación que tuvo con su hija Sara Duterte-Carpio, alcaldesa de Davos.
“Le he dicho a mi hija que no se presente porque la compadeceré si pasa por lo que yo pasé. Este cargo no es para mujeres“, dijo durante la inauguración de un proyecto de obras públicas.
“La configuración emocional de una mujer y un hombre es totalmente diferente. Te volvería loca. Esa es la triste historia”, agregó.
Filipinas ha tenido dos presidentas en toda su historia: Gloria Macapagal, entre 2001 y 2010; y Corazón Aquino, entre 1986 y 1992.
Duterte hace uso del poder militar como respaldo, es frecuente represor de quienes lo adversan y ataca a periodistas y medios que no alaban su gestión.