Hace más de dos meses y medio Pedro Sánchez aseguró: "Hemos derrotado al virus y controlado la pandemia y doblegado la curva". Sin embargo hace menos de una semana fue noticia que España volvió a ser el epicentro del coronavirus en la ‘segunda oleada’… ¡España fracasó! ¿Motivos? Errores de estrategias y el exceso de confianza. ¡Te contamos!
El Político
La nueva normalidad de la cual se jactó Pedro Sanchez, indicando que todo estaba bien y el virus estaba controlado pronto demostró que fue un fracaso.
Meses después que Pedro Sánchez aseguró: "Hemos derrotado al virus y controlado la pandemia y doblegado la curva", el ministro de Sanidad español, Salvador Illa advirtió: “Vienen semanas duras en Madrid”, destacó El País.
Las restricciones se levantaron el 21 de junio. Pero,en el mes de julio, volvieron de nuevo. España vivió un endurecimiento de medidas. No obstante, poco a poco el coronavirus van ganando terreno en cada vez más zonas, que ya vuelven a ver el confinamiento domiciliario como una posibilidad muy real y cercana, si es que no se han instalado de nuevo en él.
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Es la historia de un fracaso. España solo consiguió alejarse de las peores estadísticas de Europa en la incidencia de la pandemia de covid-19 entre las últimas semanas de primavera y las primeras del verano, para volver a liderarlas con fuerza en pleno estío, con una enorme diferencia sobre prácticamente cualquier otro país de su entorno. ¿Qué ha sucedido en ese tiempo?
Para encontrar respuesta hay que remontarse al propio estado de alarma. Al plan de desescalada. Su espíritu era modélico, según coinciden varios expertos: un levantamiento de restricciones asimétrico que iría avanzando según las comunidades fueran teniendo una incidencia lo suficientemente reducida y logrando las capacidades suficientes para hacer frente a la epidemia con garantías.
Pero hubo dos grandes problemas: Sanidad prefirió no cuantificar cuál debía ser esta incidencia ni estas garantías: no había unos parámetros claros. Y muchas comunidades avanzaron de fase cuando no debían.
El caso más claro es el de Madrid, que llegó a la fase 2 prometiendo unas capacidades de vigilancia epidemiológica que nunca cumplió y que, de ahí, saltó a la nueva normalidad al terminar precipitadamente el estado de alarma antes de que todas las autonomías recorrieran el camino trazado inicialmente.
Miguel Hernán, catedrático en epidemiología de la Universidad de Harvard y uno de los expertos que trabajó en poner las bases de la transición, lo resume así: “La nueva normalidad era otra cosa.
Esto que hemos experimentado ha sido simplemente una desescalada apresurada sin hacer los deberes”. En su opinión, para llegar a ese momento de restricciones laxas que se dio en llamar nueva normalidad se requerían cuatro condiciones que, a su juicio, no se han cumplido.
La primera, liderazgo de las comunidades autónomas para crear y reforzar tanto capacidades asistenciales y diagnósticas como de rastreo y aislamiento o cuarentena. La segunda, liderazgo del Gobierno español para definir indicadores epidemiológicos transparentes y armonizados que facilitaran acciones coordinadas.
En tercer lugar un diseño de las medidas concretas de la desescalada por expertos multidisciplinares —incluyendo especialistas en epidemiología y economía— para combinar una actividad económica sostenible con el conocimiento científico disponible sobre el coronavirus.
Por último, un proceso continuado de toma de decisiones sobre apertura y cierre basado en la evaluación de datos epidemiológicos de las tres semanas previas.
Miquel Porta, catedrático experto en epidemiología, medicina preventiva y salud pública, cree que el fracaso de la nueva normalidad se remonta a antes incluso de la epidemia.
“No ha fallado que no hubiera criterios para la desescalada, sino la aplicación de estos criterios”. Y esto ha sido así, en su opinión, por la “incapacidad del Estado”. “Ni siquiera es un problema de políticos, sino de aparatos del Estado”, subraya.
Para que se entienda bien, pone el ejemplo de la Agencia Tributaria, frente a la inexistente Agencia de Salud Pública que él y otros colegas llevan años reclamando: “Hacienda es un mecanismo engrasado, con herramientas del siglo XXI.
Obviamente hay fraude y podría funcionar mejor, pero cualquier impuesto municipal en cualquier rincón de España queda registrado. Lo nuestro [la salud pública y los servicios de vigilancia epidemiológica] funciona como en el siglo XIX; es como si hubiera un contable apuntando notas con manguitos y un ábaco”.
Lo más parecido que España tenía a esa agencia que reclama es el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), un departamento del Ministerio de Sanidad con menos de media docena de funcionarios que quedaron desbordados al poco de empezar la crisis. No había siquiera un sistema capaz de recolectar los datos en tiempo y forma. Y, lo más preocupante, todavía hoy no lo hay. Al menos, no del todo.
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