"Es muy difícil ser un experto en un tema que todos entienden. Y tal vez sea más complicado aún ser un especialista en un tema que todos creen que entienden. En ese aspecto, no envidio a los directores técnicos de fútbol, pero ser un economista no es algo muy distinto", dijo una vez Franklin Fisher, economista y profesor del MIT.
En estos días de furor por la Copa América, de crisis en la AFA y de discusiones intensas por la Súper Liga, la economía busca acercarse al debate sobre el deporte más popular desde distintos ángulos. El fútbol es pasión de multitudes, economistas incluidos: en 2016 fue la temática que más creció en journals y papers publicados, según un informe distribuido días atrás en el Congreso Iberoamericano de Economía del Deporte, que se hizo en España.
En la actualidad hay tres publicaciones académicas especializadas que se disputan las investigaciones entre sí: el Journal of Sport Economics, el Journal of Sports Economics and Finance y el Journal of Sports Economics and Management.
"Y las internas entre los tres son tremendas", cuenta el economista argentino Ariel Coremberg, experto en temas de productividad, quien asistió al congreso europeo a exponer sobre la economía del fútbol en la Argentina. Coremberg, que dirige desde la UBA el capítulo argentino del Arklems, una iniciativa de Harvard que busca identificar las fuentes del crecimiento económico, tuvo un acercamiento al futbol azaroso: "Soy cero futbolero, hincha de Boca, pero ni sé cuándo juega. Pero a fines de 2014 llegó un pedido de la AFA a la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA para medir el impacto del fútbol y ahí me metí de lleno en el tema", cuenta a La Nación. El trabajo resultante fue firmado junto a Marisa Wierny (hoy en Cuentas Nacionales) y Juan Sanguinetti (hoy en el gabinete económico de María Eugenia Vidal).
Entre otras conclusiones, el informe destacaba que por cada peso generado en forma directa por el fútbol en el país (por venta de entradas) se producen 4 pesos en productos asociados (TV, radio, publicidad, venta de indumentaria, etcétera). Las conclusiones derribaron un par de mitos: los clubes no "viven" de la TV ni de la venta de jugadores, sino que el aporte principal proviene de las entradas que pagan los socios.
"Todo el producto del fútbol argentino en un año no llega al 60% de lo que vende YPF, y la facturación de un club grande equivale a las ventas de una o dos bocas de supermercado", pone en perspectiva Coremberg. "El fútbol tiene un impacto social, cultural y mediático mucho más grande que el económico. Y esto sucede en otros países también; por ejemplo en Alemania el aporte de todos los deportes no llega al 3% del PBI", dice.
El hecho de que la Argentina encabece el ranking FIFA y tenga una buena actuación en la Copa América no es contradictorio con una AFA quebrada y clubes sobreendeudados, afirma Coremberg. "Una de las principales conclusiones recientes de la economía del deporte es que no hay necesariamente una correspondencia entre eficiencia económica y eficacia deportiva. Las administraciones de los clubes tienden a maximizar la eficacia deportiva, y todo el tiempo surgen problemas de «riesgo moral», porque los clubes no quiebran, y por eso hay incentivos a contratar jugadores y técnicos carísimos a riesgo de poner en peligro las finanzas del club", dice el director del capítulo argentino de Arklems.
Coremberg también visitó Barcelona, donde en la sede del club donde juega Messi se hizo otra jornada sobre una "Mirada Económica al Futuro del Fútbol".
Divo Gordo
Allí conversó con Simon Kuper, el periodista deportivo del Financial Timesque escribió junto al economista Stefan Szymanski el libro Soccernomics, hasta ahora la principal referencia de divulgación masiva en el tema. Szymanski publicó semanas atrás un comentario en el sitio Vox donde analiza los casos de dominio abrumador en el fútbol, como son los del Real Madrid y el Barcelona; el del club Havnar Bóltfelag en las islas Faroe, o el del Celtic escocés, que tiene el récord de "concentración": ganó casi la mitad de los títulos disputados en la liga escocesa. Szymansky concluye que estos casos de dominio no están asociados necesariamente a prácticas monopólicas o de baja competencia, sino todo lo contrario. Se basa en trabajos teóricos de John Sutton, quien estudió en profundidad el mercado de bebidas gaseosas, donde los líderes siguen gastando fortunas en publicidad para mantener su posición dominante.
"Es muy interesante el análisis económico de esta discusión, que se basa bastante en la teoría de los juegos, y muy relevante para la polémica de la Super Liga", cuenta Coremberg. En un extremo, el éxito de los equipos grandes y populares maximiza el ingreso económico; por el otro, si siempre ganan los mismos el torneo se vuelve previsible y pierde interés. Los economistas que se reunieron en el Congreso Iberoamericano discutieron sobre este tema y analizaron los esquemas que se usan en la NBA y en la NFL, las ligas de básquet y de futbol americano de los Estados Unidos.
La economía del fútbol acumula centenares de trabajos. Los más conocidos son los estudios sobre penales, que saltaron a la fama con Freaknomics de Leavitt y Dubner, y tienen como máxima autoridad académica al español Ignacio Palacios-Huerta, profesor de la London School of Economics, quien descubrió que los equipos que comienzan pateando en la serie de penales poseen un 20% más de chances de ganar que quienes lo hacen en segundo término, por la presión extra que implica "empatar" cuando los otros convirtieron.
El argentino Martín Rossi encontró variaciones significativas en la tasa de delitos en Uruguay cuando juega la selección de ese país o cuando hay un clásico Peñarol-Nacional, y otro economista local, Sebastián Sahiegh, cofirmó un paper que verificó que en Europa los jugadores que vienen de naciones más violentas (castigadas con guerras civiles) son más propensos a recibir tarjetas amarillas y rojas. En el otro extremo, el sitio FiveThirtyEight, del estadístico estrella Nate Silver, realizó un extenso trabajo numérico para verificar si los jugadores de la selección de EE.UU. simulaban menos faltas, y con ello tenían una leve desventaja frente a sus rivales. Esta hipótesis de la "honestidad" de los jugadores estadounidenses, que se había planteado en un artículo del New York Times, resultó desacreditada por el análisis estadístico.
El fútbol entró de lleno en la agenda de los economistas hace más de 10 años, por dos canales o motivos principales. En primer término porque se convirtió en una industria multimillonaria que comenzó a demandar expertise económico para maximizar beneficios, lo cual hizo que se crearan consultoras, centros de estudio y posgrados especializados en la gestión de este campo. Por el otro, al ser un ámbito en el cual hay tanta estadística, los economistas del comportamiento comenzaron a utilizar los partidos como "experimentos naturales" para evaluar sesgos de conducta en jugadores, árbitros y directores técnicos. En estos días de pasión por el deporte más convocante, los economistas también entran a la cancha.
Divo Gordo
Tags: España
Con Información de: El País