Juan Guaidó, quien se mantiene a la cabeza del llamado “gobierno interino” de Venezuela, presentó (otra vez) una agenda con miras a lograr el cambio político en el país. En esencia, no difiere mucho de lo que la dirigencia opositora ha venido tratando de hacer desde el año pasado.
Alejandro Armas / El Político
Según explicó el diputado a la Asamblea Nacional Freddy Guevara, aliado de Guaidó, los cuatro puntos del plan “Salvemos a Venezuela”, serían: retomar organización y movilización interna, mejorar la coordinación internacional y apoyar la investigación sobre Venezuela en La Haya, reimpulsar el diálogo en México con el chavismo y realizar una suerte de elecciones internas para el liderazgo de la oposición.
Veamos a continuación lo que pudiera seguir a continuación, si la dirigencia opositora sigue el plan.
Vencer temores y decepciones
Comencemos con el primer punto. Retomar la movilización ciudadana como forma de presión interna es ciertamente necesario para cualquier estrategia que apunte a lograr el cambio político en Venezuela. Hoy, la capacidad de convocatoria del liderazgo opositor se encuentra muy mermada, por el miedo a la represión, la frustración por experiencias anteriores y la poca confianza en dicho liderazgo.
Como muestra, la poca asistencia al evento convocado por Guaidó el sábado pasado, en el que se presentó el nuevo plan. Desde hace casi tres años, los llamados a protestar han arrojado resultados similares: actos de poca concurrencia en espacios que el chavismo tolera. Son importantes para organizar, pero no sirven como presión sobre el régimen.
Para poder volver a movilizar, la dirigencia necesita que los ciudadanos sientan que vale la pena, de nuevo. Tiene que articular cada llamado para dar a entender que todos son eslabones en una cadena que lleve al objetivo del cambio político.
Tal vez lo más difícil sea revertir el miedo. Los riesgos de protestar en Venezuela son enormes. El mismo sábado pasado, dos ciudadanos de casi 70 años fueron detenidos en medio de una manifestación en la localidad litoral de La Guaira, por tratar de desplegar una pancarta. Un tribunal les imputó “incitación al odio” y ordenó recluirlos.
La fuerza de terceros
Pasando al segundo punto, mejorar la coordinación internacional es algo que la oposición puede hacer. Pero no depende tanto de ella, como de los gobiernos interesados en la restauración de la democracia en Venezuela.
Estados Unidos sigue siendo la fuente de apoyo más importante para los adversarios del chavismo. En todo caso, estos pudieran redoblar esfuerzos para que Europa, cuya presión sobre el régimen ha sido más laxa, adopte una contundencia similar a la de EE.UU.
La cosa se complica en Latinoamérica, por el regreso de la izquierda. Los gobiernos de México y Argentina se rehúsan a ser parte de la presión sobre el chavismo. Cuando Gabriel Boric asuma el poder en Chile, a pesar de sus críticas a Maduro, tal vez adopte una postura similar. Lo mismo se puede esperar si la izquierda gana las elecciones presidenciales de Colombia y Brasil este año.
Objetivos que chocan
Apoyar expresamente la investigación en la Corte Penal Internacional por delitos de lesa humanidad en Venezuela pudiera chocar con la promoción del diálogo en México. Dado que el chavismo sigue indispuesto a ceder su hegemonía absoluta, las acciones de la oposición lesivas para sus intereses hacen que se aleje de la mesa de diálogo. Ello pone en entredicho el sentido mismo de las negociaciones en el contexto actual, pero eso no será discutido en el presente artículo por razones de espacio.
Por otro lado, el chavismo insiste en que no volverá al diálogo mientras Alex Saab, empresario colombiano y pieza clave de los negocios de de la elite chavista, esté preso en Estados Unidos. Ni la oposición venezolana ni sus aliados en Washington pueden incidir en esto, debido a la independencia del Poder Judicial norteamericano.
Refrescamiento de liderazgo
La única gran novedad en “Salvemos Venezuela” es la propuesta de elecciones internas para escoger a un líder único de la oposición. Esto representa un reconocimiento de que hay una crisis de representatividad en la disidencia al régimen y por lo tanto pudiera ser un acierto.
La viabilidad de la propuesta dependerá de la disposición de los partidos opositores a participar. Es notable que al evento en el que Guaidó anunció la nueva agenda no asistieron tres de los cuatro mayores partidos. Recientemente ha habido pugnas entre ellos. Sin embargo, las elecciones pudieran tener apoyo, incluso desde sectores insospechados. En noviembre pasado, la líder del partido Vente Venezuela, María Corina Machado, que no es afín a Guaidó, hizo una propuesta similar.
También dependerá de que la oposición cuente con los recursos para un proceso de esa magnitud a nivel nacional. E internacional, considerando a la enorme diáspora venezolana. Y, por último, dependerá de que el régimen no intervenga para impedirlo por la fuerza.
Por otro lado, si se llevaran a cabo esos comicios y el ganador no es Guaidó, cabe preguntarse qué pasaría con el “gobierno interino”. Sobre todo en cuanto al reconocimiento internacional que recibe. Su legitimidad en el extranjero emana de que proviene de la Asamblea Nacional electa en 2015 y en teoría es ajena a decisiones de la oposición que no pasen por ese filtro institucional.