La crisis que vive el país ha llevado a los venezolanos a vender de todo y a botar lo que de verdad sea desechable. Mientras la crisis arrecia, lo que se consideraba como basura o desechos, hoy ya no lo es tanto y los ciudadanos han buscando la manera de “sacarle dinero”. Diariamente aumentan las ventas informarles de artículos de segunda y hasta “tercera mano”.
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“Todo se vende”, es la frase común entre los vendedores de los mercados donde la crisis se acentuó y acrecentó la necesidad de “resolver”. Según la encuesta realizada sobre Condiciones de Vida 2016 (Encovi), el 81,8% de los hogares venezolanos se encuentran en pobreza de ingreso. Termos, bolsos, correas, relojes, incluso ropa interior y trajes de baño usados, son alguna de las piezas más vendidas por los comerciantes.
Ropas desgastadas, retratos en madera de personajes de las películas, cenicero de plásticos, revistas arrugadas, teléfonos usados y sin pila, cargadores usados, cajas, herramientas oxidadas, son algunos de los derechos que venden en los comercios informales. Muchos de los artículos sacados de la basura.
“Los encontré en Sebucán. Los botan los ricos y yo los vendo. También como de la basura”, dice Jesús Morales, un vendedor que va diariamente al mercado a vender sus “baratijas”, quien además perdió todo en la tragedia de Vargas, a sus padres, su esposa y sus hijos. Dice ser panadero pastelero, sin embargo, su despido lo llevó a engrosar las estadísticas de la economía informal y lo convirtió en uno de los “manteleros” que rodean la estación Miranda del Metro de Caracas.
Las salidas del Metro son algunas de las zonas de Caracas en las que es posible mercadear estos “artículos”. Pérez Bonalde, Quinta Crespo, las salidas del Metro de Parque Carabobo, La Hoyada y Miranda, el norte de la avenida Fuerzas Armadas y Petare, se encuentra entre los sitios más concurridos.
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“¿Cuánto vale esta correa?”, “¿tiene el motor de la licuadora tal o el cargador de la laptop cual?”, “vengo buscando el sapito de la poceta equis de Vencerámica”. Las peticiones de los clientes pueden ser tan rebuscadas y específicas como los objetos a la venta. “Antes salías a la calle e ibas a una tienda. Ahora cualquier pedazo de tela no baja de 65.000 bolívares. Hay que morir en estos puestos. Yo nunca en la vida creí que tendría que pasar por esto”, asegura Francis Rodríguez, mientras hurga en un puesto de ropa usada en Catia.
Con información de El Estímulo