Aunque un razonamiento ligero presentaría como ideal una economía donde los precios bajan de forma generalizada y a los consumidores les rinde más su dinero, ese escenario de deflación es indeseado y hasta considerado más peligroso que la inflación (suba generalizada de precios) por sus efectos, reseña el diario El País
Según un ranking mundial de evolución de precios difundido la semana pasada por El País, hay 25 países que cerraron 2016 con deflación (Chad con – 4,4% y Benín con -2,80% encabezan el listado) y otros siete culminaron el año pasado con un registro nulo. Lo que quiere decir que este fenómeno económico afecta a buena parte del mundo, en especial a naciones subdesarrolladas de África.
A nivel técnico, la deflación está asociada a una reducción de la demanda y un exceso de capacidad productiva, lo que normalmente redunda en una recesión económica de la que resulta difícil salir y evitar un contagio que lleve a una crisis generalizada.
"El problema más grave que trae la deflación es que hace aumentar el valor de las deudas en términos reales, es decir que genera problemas serios de capacidad financiera y repago", explicó a El País el economista de CPA, Alfonso Capurro.
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