En un panorama tan sombrío como el que actualmente vivimos, encontrar una vacuna a la pandemia del Covid-19 está en la cúspide de las prioridades estratégicas de los principales actores mundiales. El coronavirus supone un cambio estructural en las relaciones internacionales, según difundió lainformacion
El Político
Desde que se desató la propagación del Covid-19 en todo el mundo, las potencias, grandes o medianas han centrado sus esfuerzos en la sanidad, como medida de choque, y la investigación, como solución a medio plazo para erradicar de una vez su contagio. Es en este campo donde China puede dar un vuelco a la geopolítica mundial.
A través del desarrollo de una vacuna contra el coronavirus, China se convertiría en un contrapoder a Estados Unidos . Pekín no ha tardado un minuto en avanzar el estado de sus investigaciones para lograr una cura que el planeta entero espera, situándose en muy buena posición en el ‘sprint’ mundial por la cura. Su Ministerio de Defensa, que jugó un papel crucial en la lucha contra el coronavirus desplegando a decenas de miles de médicos militares, se dispone a ensayar con humanos los resultados de la investigación llevada a cabo por la Academia Militar de Ciencias china.
De esta manera, China trataría de lograr una aproximación radicalmente diferente a la tradicional en el campo geopolítico. Por un lado, se reivindica como el salvador de la Humanidad en un momento en el que sin duda se espera que las naciones estén a la altura de las circunstancias. Pero, además, Pekín extendería su ‘soft power’ directo al corazón de Europa. Un bloque geopolítico que abrazaría cualquier ayuda que venga de fuera, y más si es en forma de respiradores, mascarillas, guantes o cualquier otro producto que alivie la situación.
Y más si se tratase de una vacuna contra la mayor amenaza que ha vivido este continente desde el fin de la Guerra Fría. China le ha dado, aun sin quererlo, un vuelco radical a los últimos 50 años de historia de las relaciones internacionales. Si en el pasado era el Norte rico el que enviaba al pobre Sur ayuda humanitaria, ahora es el Este el que acude en socorro de un Occidente que comienza a estar sobrepasado por los acontecimientos y falto de unidad de acción.
Este movimiento ha sido detectado por Estados Unidos. Por ello, en la actualidad la carrera geopolítica no se libra en la lejana estratosfera de la carrera espacial. Se encuentra localizada en los laboratorios de Seatle, en el Monte Sinaí o en la Clínica Mayo. Todos estos centros de investigación médica ya cuentan con grandes avances en el desarrollo de una vacuna eficaz. No obstante, la estrategia estadounidense difiere mucho de la seguida por Pekín. De nuevo está enmarcada en la vertiente comercial del resultado.
Un dato a considerar es que hace apenas tres días, investigadores alemanes acusaban a Washington de ofrecer “grandes sumas” de dinero a Curevac, empresa alemana de biotecnología, para el desarrollo de una vacuna que, según fuentes de la empresa, solo sería “directamente aplicable en Estados Unidos” (un ejemplo claro de la intención americana de considerar la lucha contra el Covid-19 como un pilar en su planteamiento geoestratégico).
Analistas estiman que el posicionamiento estadounidense trataría de conseguir un doble efecto. En primer lugar, interior, para calmar así las críticas hacia Donald Trump por su pasividad inicial. En segundo lugar, exterior, al poner a disposición de la poderosa e ingente industria farmacéutica americana su desarrollo, fabricación y comercialización.
Para Washington se plantea un gran dilema ante la pérdida de la batalla. Si el acercamiento de Europa a China puede ser una realidad en el futuro, el auténtico poder asiático se verá en otros continentes como África, donde la crisis del coronavirus está pasando desapercibida y donde sus efectos pueden ser devastadores, en una región en la que las condiciones sanitarias y las higiénicas pueden suponer el acelerante perfecto para desatar una tormenta de imprevisibles consecuencias tanto migratorias como humanitarias.
Aparte de la carrera geopolítica por la vacuna se plantea otra derivada que no puede pasar desapercibida. Las organizaciones supranacionales, como la UE, o las estrictamente internacionales, como la ONU, están dejando en evidencia su ineficacia. Puede darse la circunstancia de que el primero de los países en encontrarla dé, directa o indirectamente, un golpe mortal a la OMS.
Sus estándares revelan que se requiere de más de un año para poder homologar una vacuna contra un virus que, a día de hoy, ha ocasionado la muerte de 8000 personas.
Como se sabe, en un estado de guerra, aunque sea fáctico, los trámites, burocracias y sobre todo tiempo que conlleva la homologación de una vacuna en su paso previo a la aplicación práctica, van a ser ampliamente superados en el momento que el primero de los países consiga llegar a la meta.
En tal sentido, la lucha por la obtención de la vacuna que nos inmunice ante la catástrofe no es un asunto puntual. Sería un hecho que cambiará estructuralmente las relaciones internacionales. Ante la ausencia de Bruselas y el ensimismamiento de Washington,
Se estima que una nación tan alejada geográfica y culturalmente como China puede salvar miles de vidas en Europa. Muchos estiman que Estados Unidos podría incurrir en un error de apreciación si considera que la obtención de la vacuna mágica se quedará en una victoria coyuntural china. De hacerlo será un éxito estructural, llamado a ser un punto de inflexión en la geopolítica, o al menos en la manera de apreciarla desde Europa.
Con información de: lainformacion