En algunos pueblos de Colombia, en especial en la localidad del Tibú, puerta de entrada de la región del Catatumbo, los funcionarios policiales afirman sentirse como en una prisión. En esta vasta región de selvas, montañas y humedales que comparten Colombia y Venezuela, la producción de alcaloides observa un nuevo auge. Ciertos grupos armados se han fragmentado e incrementado en cantidades y en filas. Los uniformados policiales confiesan sus temores a salir de sus estaciones de vigilancia y control.
El Político
El enviado especial en el Catatumbo de la cadena de noticias BBC News, Daniel Pardo, despliega una amplia crónica sobre la situación. Entre otras irregularidades alarmantes, los oficiales le declararon que no pueden ir a un restaurante en sus días de descanso. Algunos comercios les son vedados para adquirir bienes de consumo. Y si sus familiares los visitan, corren los riesgos del asedio y las amenazas por parte de los irregulares que operan a sus anchas. Algunos de ellos incluso han sido asesinados sin contemplaciones.
Pardo observa que las sedes de las comisarías permanecen protegidas con mallas y sacos de arena en suerte de búnkeres de guerra. Las ventanas fueron condonadas con cemento o ladrillos. Y paredes húmedas y descascaradas han sido horadadas con balas de recientes tiroteos.
Agrega que en su confinamiento, los funcionarios de seguridad pasan sus días custodiando la base desde pequeños agujeros panópticos. Anhelan salir de una zona a la que, según conocedores de la lógica policial, solo pudieron haber sido asignados como resultado de una reprimenda oficial.
#EstadoFallido El "ajusticiamiento" de un niño y un adolescente en #Tibú, región de #Catatumbo tras haber sido aprehendidos en un comercio y entregados a "civiles armados" expone en forma irrebatible que en #Colombia no hay un gobierno. pic.twitter.com/UqbcvZOpxW
— La Tabla (@latablablog) October 11, 2021
Pueblos de Colombia, tierra de nadie
La gente no exagera cuando dice que "la policía vive como en una cárcel" en Tibú. "Esto es un infierno, no podemos salir", manifiesta un oficial. "Esto es crónica de una muerte anunciada", señala otro. Y uno más: "Para mí la prioridad acá es acabar con el periodo que me asignaron y, claro, salir vivo de esto".
Un mes atrás el asesinato de dos jóvenes venezolanos a quienes se les sorprendió cuando hurtaban pantalones de una tienda, enfocó la atención de las autoridades colombianas en este municipio donde residen cerca de 40 mil personas.
Los temores que se vivieron allí en la década de los 90, momento cuando la actividad de la guerrilla alcanzó su pico máximo, parece resurgir. En la misma medida que el narcotráfico se reinventa y la paz firmada por el Estado y la guerrilla en 2016 muestra sus grietas y debilidades.
En las calles que rodean la estación de Tibú solía haber comercios, restaurantes y una pequeña zona de tolerancia, donde prostíbulos y bailaderos animaban las noches. Ahora el asedio sobre las autoridades, que ha dejado nueve oficiales fallecidos en 2021, estas calles se despoblaron. La maleza invadió las acercas. Los comercios todos fueron saqueados.
Autoridades de Colombia al margen de las soluciones
Los policías dentro de la estación se sienten en la primera línea de una guerra. Pero con la protección y las armas de una estación secundaria. "Acá tiene que haber un distrito especial, una estación que pueda gobernar y hacer Estado, porque así es muy difícil. Tenemos que renovar las instalaciones y dotarnos de todas las fuerzas especiales del Estado. Pero claro, eso es muy costoso", reclaman.
Las esporádicas salidas de patrullaje solo se hacen en compañía del ejército y bajo la protección de una tanqueta blindada. "No han pasado 15 minutos desde que salimos y ya nos toca volver porque llega una alerta de posible ataque", explican.
Y por ello acá la policía casi no sale. Fue eso lo que generó indignación nacional en el caso de los jóvenes venezolanos, quienes inicialmente fueron retenidos por la comunidad. Luego llamaron en doce oportunidades veces a la policía, y nada. En vez, llegaron dos hombres motorizados, aparentemente guerrilleros, a quienes detuvieron y los asesinaron. Sus cuerpos fueron arrojados en una carretera, con un cartel sobre los cadáveres con la siguiente inscripción: "Por ladrones".
Y no salen porque, según los oficiales, la mayoría de las denuncias son señuelos, emboscadas para atacarlos.
Fuente: BBC News