En Venezuela el régimen chavista de Nicolás Maduro ha trastocado las realidades de los pobladores de la nación suramericana. Su complejidad cambió las condiciones socioeconómicas hacia la depauperación, lo cual ha generado el desplazamiento de cientos de sus habitantes a otras latitudes.
El Político
El diario El Tiempo de Bogotá entrevista a Maulglimer Baloa, lideresa y defensora de los derechos humanos en la Amazonía venezolana, quien revela algunos detalles sobre la compleja realidad que viven los pueblos indígenas de Venezuela. Y muy concretamente en este territorio del país caribeño.
Comienza por destacar que las formas de acceso a la Amazonía son cada vez más difíciles. En su caso, para llegar a su localidad de origen, San Carlos de Rio Negro, debió ingresar por Colombia en un avión de carga.
Al llegar se encontró con un pueblo sin energía eléctrica y le llamó la atención enterarse que la única vivienda que cuenta con el servicio es el lugar de residencia es del alcalde con tendencia al chavismo.
Dolorosas imágenes y testimonios de la catástrofe humanitaria que régimen de Maduro sembró en #Venezuela. Los usurpadores amasan fortunas y nuestro pueblo se hunde en la miseria.
Para salvar millones de vidas debe cesar la usurpación. #OperaciónLibertad https://t.co/WjWS3EuRG8
— CARLOS VECCHIO (@carlosvecchio) April 27, 2019
La vida rural en Venezuela: de la esperanza al desencanto
Según Baloa, la situación económica resulta aún más desalentadora. Observa: “El alcalde sustituyó la moneda venezolana por un papelito donde le pone ‘el rionegrense’. Eso les permite cambiarlo por un producto que él mismo vende. Y un papel equivale a un mes de salario", asegura.
Hace ver también que el intercambio resulta más injusto cuando a cada persona le corresponde adquirir tan solo la mitad de un jabón por mes. Si de cuatro papeles de trata, cada quien recibe un huevo. Es decir, cuatro meses de sueldo a cambio de un solo ejemplar de alimento.
En cuanto al tema educativo, relata que su pueblo no hay docentes quienes impartan clases debido a los bajos salarios. En estos casos, las comunidades se sostienen de la explotación de la minería ilegal artesanal y del tráfico de oro. Muchos de quienes se dedicaron a esta actividad fueron desplazados.
Ansiedad del oro desplaza posibilidades de subsistencia
Añade con preocupación: “Encontré comunidades muertas, no existen. Todos se fueron. Es un lugar totalmente devastado”, cuenta con preocupación.
A Baloa la han echado en tres ocasiones de Venezuela por oponerse públicamente al régimen, lo que le ha obligado a procurar refugio en el vecino país Colombia. “Existe el miedo. No solo para mí, sino para las comunidades que resisten, que viven de las migajas”, precisa.
Las actuaciones de grupos además siembran grandes temores entre los residentes de San Carlos. Juvencio Gómez, líder de la etnia Pemón y defensor de derechos humanos, respalda el testimonio de Baloa. Aprecia: “Estamos pasando muchas necesidades económicas y sociales. Sin alimento y sin agua. Es nuestra tierra y no la podemos abandonar". Advierte que uno de los mayores problemas de su comunidad es tener que soportar la actividad de la minería en manos de grupos irregulares manejados por el régimen.
Las comunidades han tenido dos opciones: o dedicarse a la extracción del oro o ser desplazados de sus territorios donde no pueden trabajar ni transitar libremente.
“Están sometiendo a nuestros hermanos indígenas”, dice Gómez. En la mayoría de casos tampoco tienen acceso a agua potable y las fuentes hídricas que poseen fueron contaminadas con mercurio que se emplea para la extracción mineral.
Baloa, por su parte, teme que su pueblo desaparezca. Gómez sostiene: "La paz y la tranquilidad con la que vivíamos en nuestros territorios, eso se acabó".
Fuente: El Tiempo